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Pocas medidas más eficaces para punzar conciencias que recurrir al arte. Volver a casa es una comedia que se estrenó en la Sala Alzedo. Escrita por Alonso Alegría, la obra tiene la particularidad de poseer en el elenco a actrices que tanto en la ficción como en la vida real desempeñan el mismo papel: trabajadoras del hogar.
Por Roberto Ramírez
Reclinada en una butaca, Kleny Youcate mira el escenario donde hace unos instantes interpretó a Julia, una joven y sufrida empleada. En el Olimpo de su memoria, retornan los aplausos. Sonríe. No puede creer cómo se atrevió a subir allí, cómo pudo actuar en esa obra, en ese proscenio inmenso, enchapado en madera y con tanta gente observándola mientras las luces le apuntaban.
Interiorizarse en su personaje fue fácil. Fluyó tan natural que incluso se animó a improvisar y agregar de su pimienta y su sal. Lo que más costó fue controlar esos inevitables nervios que hasta Dina Páucar, diosa del amor e icono de la superación, llegó a sentir alguna vez al subir a un escenario.
Hasta la prensa la abordó. Tuvo palabras de agradecimiento para la tenaz directora de la obra, Grace Eléspuru; para el dramaturgo Alonso Alegría; para Edith Matías, iniciadora de este noble proyecto que le permitió debutar nada menos que en la Sala Alzedo; para sus compañeros, con los que ensayó domingo a domingo durante seis esforzados meses, y para todo su público, que es a quien ella finalmente se debe.
Recostada en esa butaca, Kleny sigue mirando la soledad del escenario. Tiene que irse, mañana le espera un arduo día de trabajo.
PRIMER ACTO
La canción del grupo Ráfaga, esa que dice: "Maldito corazón, ya deja de llorar, ya no sigas sufriendo", suena porfiada mientras Julia (Kleny Youcate) y Rosa (Luz María Lino) conversan.
Julia desea volver a su tierra y poner un taller de bordado, hacer del ornamento una empresa, pero sus padres no quieren que deje su trabajo en Lima. Rosa, empleada audaz, decide ayudar, pero tiene que demostrar que Julia sufre. Que la señora de la casa, estentórea desde el amanecer, no habla sino grita y que el patrón, calentón e hiperactivo, no pierde tiempo para susurrarle, cada vez que puede, que aquel precepto divino que exhorta amar al prójimo tendría otra interpretación.
"El maltrato y el acoso son problemas frecuentes", dice Edith Matías, gerente de desarrollo social de la comuna capitalina.
Indica que su área cautela los derechos de estos jóvenes y por ello, junto con el Centro de Estudios Sociales y Publicaciones, acogen, mediante el Programa de Atención para Adolescentes que Trabajan, a chicos que necesitan apoyo.
En el escenario, acústico y etéreo, Rosa le propone a Julia intercambiar empleadores por un día.
FINAL
El equipo es conformado, además, por Eva Gutiérrez, Aulolia Roca, Graciela Quispe, Viviana Reyes, Diana Estofanero, Imelda Córdova, George Vásquez y David Cascamayta.
George interpreta al galán de Julia, un vividor, ducho en el asunto del subsidio. David hace el papel de empleador.
El público sigue atento. Rosa comprueba el maltrato, lo denuncia y logra que Julia vuelva a casa. La obra finaliza, el respetable ovaciona.
El elenco parece un solo cuerpo, un gran abrazo, un corazón que late apresurado. El llanto, como la emoción, es inevitable. Las cámaras enfocan la felicidad en sus rostros. Fueron lágrimas de alegría, dicen las actrices mientras, despacio, abandonan la sala.
Kleny se queda sola, se reclina en una butaca y sonríe. Desde allí mira aquel escenario donde, por sesenta minutos, se sintió inmortal.
Lunes, 17 de diciembre de 2007
Diario El Peruano
Revista Variedades / Pág. 15
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