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No sé si te has dado cuenta, pero últimamente la Tierra está temblando mucho. En seis meses se han producido nada menos que cincuenta y un sacudones terráqueos que te han hecho levantar de la cama y dirigirte descalzo y somnoliento, hacia el marco de la puerta o hacia una columna que tú creas segura y, sobre todo maciza.
No quiero alarmarte, pero la cosa está muy movida. Dicen que estos temblores no tienen relación alguna con el cambio de clima y que diariamente se registra también un promedio conservador de dos sismos imperceptibles para nuestra sensibilidad.
Los analistas analizan los hechos, pero mientras tanto la Tierra sigue temblando aquí, en Arequipa, Piura y en China. Y temblará para hacerte recordar que en el fondo estás hecho de aquella perturbación angustiosa de tu ánimo, conocida como miedo, y que tu aplomo y seguridad es pura ficción, y tu amabilidad hipocresía.
Y temblará muy fuerte para que te des cuenta de que no vale pelear por cosas materiales, por cosas que se pueden destruir fácilmente con un simple movimiento de seis grados en la escala de Richter.
Y la cavidad bucal que antes te servía para que puedas criticar con mala leche a tus compañeros de trabajo, se cerrará. Y tus intrigas y lucubraciones destinadas a hacer caer al que tienes al lado, desaparecerán. Tus pensamientos entonces se centrarán en tu familia y, sobre todo, en tus hijos.
Desearás inclusive el bienestar de la humanidad. Y ya no te creerás el propietario de tu vida y comprenderás que en esta Tierra todos somos inquilinos precarios, porque – dicen – ella no es de nadie, sino de las fuerzas ciegas, de los ácidos flameados que la centran y del epicentro de todas sus contradicciones. Porque está compuesta de hierro y silicio, de magnesio y oxígeno, de níquel, calcio y aluminio, y de ello entiendes poco.
Entonces tu corazón se agrietará inevitablemente, como las paredes de tu casa, como la corteza terrestre que día a día pisas casi sin darte cuenta. Mirarás, esta vez, sin altivez, hacia arriba. Andarás con mayor humildad. Comprenderás que todo es temporal, excepto la fugacidad.
En realidad – y para serte sincero – la cosa no es tan alarmante. Creo que por ahora puedes estar tranquilo. Dicen los expertos que estos sorpresivos movimientos telúricos no representarían preludio alguno sobre la inminencia de un gran terremoto.
Algunos geólogos señalan incluso que es bueno que la Tierra se acomode poco a poco y libere tensiones. Sólo quise sacudirte un poco, despertarte quizás. Sin embargo, en un sismo nunca se sabe. Puedes reflexionar, si quieres, cuando pase el temblor.
Lima, sábado 15 de junio de 2002
Diario El Peruano
Columna de opinión: Instan-taneas
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