viernes, 14 de diciembre de 2007

Perreo del bueno


Una impresionante exhibición canina congregó hace poco a más de doscientos ejemplares de diferentes razas y nacionalidades en el Parque de la Muralla. Aquí una crónica que traerá cola.


Por Roberto Ramírez

Un ladrido ronco se oye en el malecón. Satán, un rottweiller negro como las tinieblas, desfila inquieto ante el jurado. El aplomo de Graf, su rival, cuatro años mayor, contrasta.

Por favor, déjate abrir el hocico, suplica desde la tribuna el colega José Arrieta, dueño de Satán, de apenas dos años.

Si no se deja lo descalifican, explica. El panorama es poco alentador y el periodista de gran olfato, intuye que el nerviosismo puede serle adverso a su perro.

Es que los jueces no aguantan pulgas. Califican todo: morfología, temperamento y actitud. No le puede faltar ni un diente (ni un canino), porque si no, lo excluyen del certamen. Eso daría rabia.

Hace un año Satán estuvo a punto de ser sacrificado. Luego de sufrir un accidente quedó muy mal y para evitarle el padecimiento se pensó en una especie de eutanasia.

Pero un largo proceso de rehabilitación así como los fervorosos rezos de su propietario hicieron el milagro. Un tiempo después Satán logró ser campeón. Gracias a Dios, dijo su dueño aquel día.


Encuerado

Exhibicionista, ajeno a normas sociales, el perro sin pelo del Perú pasea explícito ante la entusiasmada concurrencia.

Eliot pelito, ejemplar de esta especie que participa en la exposición organizada por el Kennel Club Peruano, institución que lleva el registro oficial de los perros de raza; no sabe que se le atribuye la capacidad de curar el asma.

Investigaciones refieren que este noble chucho, patrimonio nacional, genéticamente tiene un síndrome de hipoplasia ectodérmica. Posee piel cálida que al entrar en contacto con el cuerpo humano puede calentarlo. Esto ha sido base para atribuirle tal propiedad.

“El que dice que la felicidad no se compra es porque nunca se ha comprado un perro”, afirma Robert Ruiz, veterinario-filósofo que nos cuenta que muchos de estos canes llevan microchips del tamaño de granitos biocompatibles de arroz implantados bajo la piel, a fin de identificarlos electrónicamente.

Funciona, dice, como un portador de datos numéricos (como si fuera el código de barras de una bolsa de Rico-can comprada en un supermercado de Jesús María) y se introduce mediante un inyector, que empuja al chip.

Eliot pelito sale airoso en el evento y devuelve, como un broncodilatador, el aliento a su dueño.


Micción imposible

Annika, la yorkshire terrier, menea cadenciosa la cola e imperturbable camina ante la lujuria de un chihuahua. ¡Guau!, ladra el pequeño de erectas orejas, esperando tal vez encontrarla cuando ésta atraviese su ciclo estral.

Ella tiene pelo largo, colgante, parejo y un cuerpo bien proporcionado.

Pero la perfección estética, la belleza canina en todo su esplendor, se llama Y-Arabia de Belcan, una preciosa y erguida doberman de un año.

Es de líneas elegantes y tamaño mediano. “La imagen ideal”, dicen los conocedores.

Su dueño, el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio la mira mientras el público aplaude emocionado.

Algunos asistentes se van a almorzar, otros improvisan un hot dog al paso y continúan en las graderías.

El sol es implacable. El chihuahua olisquea, mira a un lado, mira al otro y levanta una pata trasera. A escasos metros desfilan en medio de canicular sensación, los bóxers.

Ruiz arroja aserrín en el lugar de los hechos. No se enoja, dice que aquel que pueda distinguir la sonrisa de un perro, dejará de ser animal. Tequila, que es como fue identificado el chihuahua, parece sonreír.



Lima, 10 de Diciembre de 2005
Suplemento Variedades del Diario El Peruano

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