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En la casa de Francisco Tudela tuvo que comerse chicharrón otra vez. Así lo requería la teatralidad populista del momento. Y mientras las bocas hacían su tarea, Fujimori tuvo el cuajo de decir que luego se iba a votar “en las elecciones, porque somos dos y el señor Toledo no se ha retirado”.
Por Roberto Ramírez
El olor del chicharrón nos dilató las fosas nasales. A las siete de la mañana la atención de la prensa estaba dirigida ala cogedor patio de la familia Tudela Gutiérrez, que ayer desayunó junto al presidente Fujimori y a sus hijas Keiko Sofía y Sachi marcela.
Pan, chicharrón, camotes, tamales, café, leche pie de manzana, jugo de naranja en abundancia, atiborraban dos mesas en la vivienda del ex canciller, ubicada en la avenida El Rosario, cerca de la cuadra seis de Camino Real en San Isidro.
Estaban presentes en el festín el primer vicepresidente Ricardo Márquez y su esposa Victoria Córdova de Márquez, quienes, al igual que las herederas del mandatario, vestían totalmente de negro.
La esposa de Francisco Tudela, Lucila Gutiérrez, se mostró en todo momento servicial con sus invitados. Las idas y venidas desde la cocina al patio las efectuaba también una joven que pasaba y repasaba los platos.
Sachi, al parecer, se sintió incómoda con la presencia de los reporteros que grababan a su hermana llevándose a la boca, con fruición, sin remordimiento, un enorme pan con chicharrón.
Fujimori quien vestía terno azul y una corbata amarilla, chillona, se percató del hecho y se paró a declarar inmediatamente, mientras los tenedores se desplazaban con habilidad y destreza.
La sonrisa dirigida a las coquetas cámaras de televisión era la misma de siempre y sus gestos denotaban su apetito electoral, su hambre de poder.
“Es un desayuno en base de pie de manzana que ha preparado mi hija Sachi, chicharrones que ha preparado la señora de Tudela. Lo ha comprado parece y el ingeniero Márquez fue a la panadería”, acotó el jefe del Estado, intentando bromear en esa fría mañana.
Después aseguró que Alejandro Toledo no se había retirado de la contienda, que él no era un solitario candidato, y que había una situación de indefinición por parte del líder de Perú posible.
“La elección no es de un solo candidato sino de dos, y el señor Alejandro Toledo no ha renunciado”, aseguró Fujimori defendiendo la validez de las elecciones, pese a la ausencia de los observadores.
Dijo que la ausencia de la misión de observadores no le quitaba ninguna validez al proceso y que estaba ampliamente probado (como los tamales que Márquez digería en ese momento) que existían todas las garantías del caso para unos comicios transparentes.
“Se trata de una elección justa. A la comunidad internacional le decimos: señores aquí en el Perú ha habido un proceso democrático con las reglas y (de acuerdo a) todos los estándares internacionales”, anotó, mientras las mandíbulas de sus acompañantes no dejaban de trabajar.
“Bien señores periodistas, después de este desayuno nos trasladaremos a los centros de votación”, dijo Fujimori para dar por terminada la conversación.
Los periodistas fuimos conminados a desalojar el ambiente para que la plancha presidencial pueda seguir degustando (pero ya sin testigos).
Afuera el frío matinal y un paquete de galletas de “vainilla” nos hacían compañía.
Una vez satisfechos los comensales de la casa del ex canciller fujimorista, se despidieron de la familia Tudela y abordaron rápidamente el Mercedes presidencial rumbo a la Escuela de Bellas Artes, donde le tocaba votar al mandatario.
Después la primera dama de la Nación llegó hasta el ministerio de Energía y Minas para emitir su voto. Hasta la puerta del local, ubicado en San Borja, fue llevado un grupo de revoltosos a fin que vitoreen, previo pago, el nombre de Fujimori.
Mientras gritaban queremos paz, golpearon a un ciudadano para arrancarle de las manos el diario LIBERACIÓN que portaba en sus manos y encajaron un certero puñete a quien esto escribe.
“Les pido por favor no sólo a los jóvenes sino a la población en general que acudan a votar y emitan un voto de conciencia. La instalación de las mesas se ha demorado un poquito, pero todo está saliendo conforme”, dijo la hija mayor del mandatario.
“Keiko está gorda y el pueblo tiene hambre”, musitó un joven ambulante que pasaba por allí.
Diario Liberación
Lima, lunes 29 de mayo de 2000
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