viernes, 9 de mayo de 2008

México al desnudo




Me acaba de llegar un mail de un amigo mexicano que enojadísimo me cuenta que su novia posó hace algunas semanas para el lente del neoyorkino Spencer Tunick, totalmente encuerada. Pinche gringo voyerista. Obviamente este buey no me envía fotos, pero indica que ha sido el récord mundial de encuerados en el Zócalo del DF. (Ni López Obrador). ¿Qué diría Zapata de todo esto?. Un extranjero mangoneando a 18 mil mexicanos calatitos en fila india. Antecedentes hay. Hace mucho tiempo un tal Hernán Cortés (Español) manipuló a muchos mexicanos y los hizo pelear contra otros mexicanos para robarse la riqueza del pueblo azteca. Ay jijo. Pero lo que se vio ese primer domingo de mayo fue a una gran masa de carne, un gigante mofletudo, tolerante, diverso, contestatario a su modo y muy alocado. Todo en nombre del arte. “Instalación”, la llama Tunick.
Mi cuate mexicano señala que “posar para Tunick es asumir la era Wal-Mart, convertirse a la religión del (mal) café de Starbucks, hacer de las partes nobles unas partes nacas. En fin: identificarse con un pollo de Bachoco”.
Añade que “a los chilangos les importa un bledo que 18 mil gordos hagan de su culo un asterisco cuando un fotógrafo les pide que se hagan bolita”.
¿Qué dice tu novia?, le pregunté luego en el msm. Dice que le vale madre si el fotógrafo es norteamericano, francés o chino. Esta morrita dice que las ideas no tienen raza y que tuvo la oportunidad de demostrar un acto de madurez social. “¿O es que acaso crees que uno se desnuda en público ante una cámara así de fácil y sin pensarlo -porque los pollos no piensan, eh-?”. Que estéticamente, tal vez las fotografías no tengan un verdadero valor estético de forma. Pero sí de contenido. Y que fue un acto de comunión, la capacidad de miles de personas para organizarse brevemente en nombre del ocio y que Tunick no hizo otra cosa que capturar esa imagen, que ahora ha hecho del mundo un lugar más interesante. No maches cabrón. ¿Y qué le respondiste?
Que no vuelvo a reírme de la manteca nacional, ni de aquellos modelos de dieta desbalanceada, ni de la gente fitnes. Que celebro –al igual que Julieta Venegas- los derechos recién adquiridos por los chilangos (aborto, desvestirse en vía pública en nombre del arte, que es diferente a helarte porque eso ya es cagarse de frío). Pero que también tengo todo el derecho de pensar que es inconsistente el trabajo de Tunick porque anula –como los programas de consumo de las grandes corporaciones- las identidades privadas. Y por último, eres mi novia y te prohíbo que vuelvas a encuerarte en plena vía pública. Así se hace, le dije desde el fondo de mi machismo. ¿Sabes lo que me respondió la muy canija?. ¿Qué te dijo?. Me mandó por un tubo ¿puedes creer? y encima me dijo que ese día 6 de mayo en el zócalo, mientras se colocaba en posición fetal y Tunick con sus escaleras, ayudantes, travellings, focos y altavoces, empezaba la sesión; conoció a otro tipo. Puta qué descaro!. Un tipo que la encandiló –dice- que se mostró tal cual, sin hipocresías, que desnudó su alma. ¿Su alma?, mis huevos!!. Y ahora me cambia por este cabrón exhibicionista. ¿Qué opinas?, me preguntó. Le dije que no creía en esa onda de la comunión entre 18 mil almas y la experiencia que, muchos dicen, cambió sus vidas. Que tampoco creo que los mexicanos se vayan a liberar de sus prejuicios sociales, ni que el D.F. vaya a cambiar porque un día la gente decidió calatearse. No pendejo, te pregunto que qué opinas de lo que me hizo mi novia. ¿Crees que debo olvidarla?. La neta, sí, le respondí. Me cái que sí. Y me despedí. Ahora le estoy escribiendo un mail a ese huevón del Tunick advirtiéndole que ni se atreva, ni se le ocurra venir al Perú.




Lima, miércoles 23 de mayo de 2007
Blog: El show de la barra
Publicado por el showman en 11:03

sábado, 3 de mayo de 2008

Jóvenes plumas




Dos promesas de las letras, convocadas por la Sub Gerencia de Educación y Cultura de la Municipalidad de Lima, para participar en el I Encuentro de Literatura Joven, nos acercan al mundo de aquellos que persiguen la palabra precisa.

Por Roberto Ramírez (*)

Ya estaba ubicado, puntual, en una de las primeras mesas del Queirolo. Mientras los demás parroquianos buscaban en algún lúpulo aplacar el incendio inextinguible de sus gargantas, él pedía un café.

Arturo Valverde publicó a los 19 años “Haciendo cuentos”, libro prologado por el autor de “La revolución constructiva del aprismo. Teoría y práctica de la modernidad” (2008); es decir, por el actual presidente de la República.

De niño se involucró con la música clásica y siempre estuvo sentado en primera fila, en cuanto curso sus padres lo inscribieron. “Desde chiquito me inculcaron el arte y la lectura”, indica mientras el mozo se acerca con la taza humeante.

Fue arquero suplente del Alianza Lima y compañero de Jefferson “la foquita” Farfán. De no ser por la literatura hoy, a sus 23 años, sería el guardameta blanquiazul. Esa experiencia, dice, le permitió analizar en la praxis, los movimientos aerodinámicos de esos seres que se impulsan midiendo el espacio, la fuerza y la velocidad, para impedir que la pelota entre al arco.

De no ser por la literatura, imagino, pudo haber sido un gran tenor y casarse en la parroquia de su barrio. Tres de azúcar. De no ser por la literatura hoy no estaría en busca de la palabra precisa.

Milagros Martínez, joven poetisa de 26 años, no pudo venir al Queirolo. Ella ganó los juegos florales de la universidad Ricardo Palma cuando tenía 22 años. Le dieron 1,500 soles. “La sensación de ganar dinero escribiendo poesía, fue extraña”, dijo en otro momento.

También se le otorgó el primer puesto en un certamen que organizó la Norbert Wienner. Cuando obtuvo el tercer lugar en los juegos florales de la San Martín de Porres, Milagros decidió que no se presentaría nunca más a otro concurso.

Arturo participó en varios concursos literarios y según manifiesta, siempre estuvo entre los finalistas. Es diligente y empeñoso. Adelantado. A los once años, cuando los demás púberes suelen volar cometa, él comenta que leía a Manuel González Prada.

“Yo jugaba a los ocho años con gente de veinte años. Yo conversaba a los ocho con hombres de cincuenta años”. (…) Yo a veces sueño que estoy conversando con Balzac o con González Prada, yo no sueño que le pido el teléfono a una chica”.

Comenta que en el trayecto de la custer que lo lleva de su centro de estudios a su casa aprovecha para leer. Así el carro vaya repleto y él vaya parado. Libro y boleto en mano. No importa. Al fondo hay sitio. “Se dice que con la modernidad la gente vive más apurada, entonces cada minuto que pasa, tú tienes que aprovechar el tiempo”, recomienda Arturo.

“No hay tiempo – dice Milagros- para hacer todo lo que quisiéramos o bebiéramos hacer”. Está a punto de publicar “Síndrome de Estocolmo”, libro que le tomó casi ocho años terminarlo. “Tenía dos alternativas, escribirlo o volverme loca”.

Ella tenía miedo de la noche/ por eso raspaba la pared/ por eso le mentía al tiempo/ por eso cada noche atrasaba los relojes/ y esperaba…/ llorándole a la sombra de un poema/ que la eternidad no llegue.

Tenía miedo es el nombre de este poema que Milagros escribió luego de participar en el taller de poesía de San Marcos. Allí, recuerda, se hizo una antología llamada “La movida del 2000”, pero a ella nunca le gustó ese nombre.

“No me gusta que clasifiquen a los poetas. Poetas sociales, poetas puros, eso, desde mi punto de vista, es absurdo. Un poeta puede escribir un poema en que refleje su posición política, a la noche siguiente sobre el objeto de su amor, y horas más tarde escribir sobre la poesía misma”.

Ella dice que los medios no le dan mucha cabida a la literatura y mucho menos a la poesía. “Esto no se le hace a un poeta”, diría, etéreo, en otras circunstancias, el vate y cantante, Hernán Condori (1)

Los problemas de difusión los conoce también Arturo, pues luego de publicar su libro, financiado con el esfuerzo de su padre, tuvo que buscar él mismo que los medios reseñaran su obra.

“Salió una pequeña entrevista con Iván Thays, también en CPN y en Radio María”, indica el precoz lector de González Prada, dándole otro sorbo a su café.

Él no usa computadora, porque no siente que está escribiendo cuando no tiene lápiz y papel. Ella tampoco escribe poesía en la PC. Él lee a los clásicos; la adolescencia de ella fue marcada por los malditos. Él se nutre de Fran Zappa y del jazz para darle musicalidad a sus cuentos. Ella escucha a Sabina, Serrat y Milanés. Él aprecia la ópera. A ella le fascina Javiera y los imposibles.

Él y ella –ambos jóvenes talentosos- participarán en el I Encuentro de Literatura organizado por la comuna limeña. Allí, podrán pedir la liberación de las palabras y exigir una mayor difusión de la obra de los que usan el lenguaje con una significación mágica.
Allí, es probable, alguien querrá gritar, efusivo, aquella frase implacable y suspicazmente recordada por la funeraria Merino: "¡Los viejos a la tumba; los jóvenes a la obra!, de Manuel González Prada. Viene el mozo, entrega la cuenta.

(*) rramírez.roberto@gmail.com
Suplemento Variedades 21-04-08




(1) NR. Hernán Condori vocalista del fenecido grupo “Los Mojarras”, conocido también como Cachuca, protagonizó en el año 2005, un confuso incidente con una vendedora de caldo de gallina en el populoso distrito de El Agustino. Se le diagnosticó traumatismo encéfalocraneano. Aquel día Condori se proclamó ante las cámaras de televisión, como poeta. A esa misma hora en el jirón Quilca alguien declamaba Los Heraldos Negros, del inconfundible vate peruano César Vallejo.

Babosos pero sabrosos





Pese a su insoportable lentitud, el caracol viene dando apresurados pasos en el vasto campo de la gastronomía. Connotados científicos del país analizaron su carne y concluyeron, previa degustación, que un plato de arroz con caracol es mucho más nutritivo que uno de arroz con pollo. Tiembla pío chicken.




TEXTO ROBERTO RAMÍREZ

La próxima vez que usted, voraz lector, mire con indiferencia el parsimonioso paso de un imperturbable caracol a través de su jardín, deberá recapacitar ante tan apática actitud. Piense que podría tratarse de su almuerzo. La solución a sus preocupaciones gastronómicas. Su cena trasladándose frente a sus propias narices a 0.05 kilómetros por hora.

De ello se dio cuenta Robert Palomino de la Gala, profesor principal de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), que junto a otros destacados profesionales de las escuelas de Medicina y Nutrición de esa casa de estudios, y en colaboración con la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), realizó sesudas investigaciones sobre la composición química de la carne de este pegajoso ser, que esconde, dentro de esa concha, mucha sustancia por deglutir.

Se tuvo como fin –manifiesta el catedrático– determinar el porcentaje de grasas, carbohidratos, proteínas, aminoácidos y minerales. Para esto se prepararon cinco platos con carne de caracol, con el fin de compararlos con similares potajes a base de pollo.

Se dieron a probar a niños en edad preescolar, y ellos la aceptaron en un 92.5%. Los resultados de la investigación dan cuenta, además, que esta carne tiene 0.7% de grasa, (ideal para hacer dieta) 12% de proteínas y 383 kilocalorías por cada gramo del Helix aspersa, que es el nombre científico del ovíparo animal.

Es decir, un plato de arroz con caracol resultó definitivamente más nutritivo que uno de arroz con pollo. Ello es un factor sumamente importante, sobre todo si se tiene en cuenta que la desnutrición crónica en la niñez aumenta la vulnerabilidad en la adultez de contraer males cardíacos, infartos, diabetes y posiblemente también obesidad.

A nuestros científicos les tomó no poca digestión arribar a estas conclusiones, pues en aras de la rigurosa investigación probaron todo: la carapulca, los tallarines, el seco, el arroz y el estofado que se prepararon con la resignación del inexpresivo caracol.

"Su sabor es una mezcla de carne de pollo y res, tiene un gusto especial, no es una cosa repelente, al contrario es sabrosa", dice Palomino de la Gala. Agrega que aún no han comparado el Helix aspersa con la carne de res y la de pescado; por eso, continuarán estas importantes investigaciones en una segunda etapa.

Para estas indagaciones genéticas se requiere de la disponibilidad de un buen número de especímenes babosos y arrastrados, que en el país, valgan verdades, abundan.




COMPOSICIÓN PROTEÍNICA


¡Caracoles! La expresión de sorpresa pudo ser exclamada por alguno de los científicos al descubrir nada menos que dieciséis aminoácidos en la composición proteínica de la carne del molusco. Un aminoácido, hay que indicar, es una biomolécula orgánica (existen veinte aminoácidos distintos componiendo las proteínas).

Al confrontar la cantidad de proteínas de la carne de caracol versus la carne del ave, se dieron resultados realmente asombrosos.
Por ejemplo, en el estofado de caracol se obtuvo un cómputo aminoacídico de 71%, frente al 35% del estofado de pollo. En el arroz con caracol se encontró 77%, frente a un 34% del arroz con pollo. Esta diferencia también se nota entre el 70% del seco de caracol y el 29% de su similar de pollo; el 73% de los tallarines de caracol y el 25% de su af ín de pollo; y el 74% de la carapulca de caracol frente a un 35% de carapulca a base de esta ave de corral. Según la investigación, la carne de pollo carece de la arginina e histidina, aminoácidos importantes en el crecimiento de los niños que el caracol sí posee.

Estos estudios –hay que destacar– merecieron el segundo puesto de un concurso de trabajos de investigación realizado entre todas las facultades de la Decana de América.

Se sabe que los investigadores prevén analizar otros platos, como la sopa de caracol que, consumida en Honduras, inclusive inspiró en 1991 la producción de un viscoso tema musical, mezcla de merengue y calipso ("Watanegui consup, Iupipati Iupipati"), propulsor del ritmo punta.

Con el financiamiento de la fundación Kellogs, la Universidad Agraria auspició también un programa de capacitación a criadores de caracol en la zona de Quebrada Verde (Lima-Perú), que tuvo como fin, elevar el nivel socioeconómico de la población, dándole un valor agregado a la carne de caracol, por medio de la elaboración de diferentes productos cárnicos, tales como: salchicha huachana, hot dog, paté, pastel de caracol, chorizo y nuggets.

Pero hay gente que, pese a no haber probado, hace gestos tipo postsucción de limón, cuando oye hablar de introducir el caracol en la olla.

Ignoran que estos animalitos de 25 miligramos de peso, de hábitos crepusculares, hermafroditas y de hasta 8 centímetros de largo pueden proporcionarnos, con solo cien gramos de su carne (por plato), toda una delicia culinaria.

No hay duda, donde los quisquillosos ven babosadas, los investigadores ven ciencia. El cronista, su menú.

"ARRASTRE" POPULAR
Algún día no tan lejano, en algún poblado barrio de nuestra cosmopolita ciudad, se realizará una gran caracolada bailable, amenizada por un potente equipo estereofónico.

Palomino de la Gala piensa que es posible la popularización del caracol y añade que es cuestión de un cambio en la cultura de nuestra gente, instruida y acostumbrada a engullir bípedos, con papas y ensaladas, en todas sus variantes. "En otras culturas comen hígado de perro, gusanos, lombrices, víboras, alacranes.
En nuestro caso, si se supiera que el consumo de esta carne eleva el nivel de nutrición de los niños, el panorama cambiaría".

Por eso, indica, es menester difundir las bondades de estos invertebrados que poseen no solo proteínas, sino también minerales, carbohidratos y vitaminas.

Además, es un producto gastronómico conocido en Europa, siendo Francia –con sus escargots– su principal consumidor.

Por ello se señala, desde la Universidad Agraria, que en nuestro medio se empiezan a abrir los espacios de oportunidad, ya que la producción actual de estos moluscos aún es insuficiente para atender la demanda de los mercados extranjeros como Estados Unidos, Europa y Asia (la helicicultura o cría de caracoles ofrece importantes posibilidades para la comercialización de esta carne).

Además de eso, resulta una opción muy importante aprender a aprovechar las características nutritivas que este molusco nos presenta, mediante la elaboración de una infinidad de productos.
Palomino de la Gala manifiesta que la importancia de estos quehaceres científicos redunda también en el aspecto económico, sobre todo en el sustancioso ahorro que se generaría en el bolsillo de la población. Hay que tener en cuenta que estos moluscos son frugales en su alimentación.

Solo basta mirar los daños causados por ellos en jardines y huertos para deducir qué alimentos son los que más le gustan, (vegetales frescos, frutas y mucho pasto).

Los pollos, en cambio, tienen una alimentación más balanceada y por ende, más costosa. Palomino de la Gala, cuyo trabajo amerita mayor reconocimiento, concuerda en que estamos ad portas de una revolución en nuestra variada gastronomía.

"Es una propuesta para nuevas pautas de alimentación para el siglo XXI. Hay un buen consumo a nivel internacional, y esta tendencia, en algún momento llegará aquí", indica.

En el Perú, el caracol de tierra es más conocido por los beneficios cosméticos de su baba que por algún antojo que éste produzca a la hora del almuerzo.

Sin embargo, se espera que la difusión mediática pueda permitir que algún día podamos asistir a una actividad socioeconómica bailable en donde, aparte de un surtido bar, encontremos al molusco bien aderezado en un plato extendido. Eso sí, tarjeta aceptada, tarjeta pagada.



Lima 07 de abril de 2008
Suplemento Variedades, Diario El Peruano

viernes, 29 de febrero de 2008

Fiesta Latina




La palabra América Latina viene cargada de muchos y diversos tintes. Sin embargo, el análisis de sus problemas, diversidad y expectativas fue tratado, en nuestra capital, con gran amplitud por los más lúcidos pensadores posmodernos de la actualidad en un seminario que atrajo a más gente de lo que Cándido Mendes, secretario general de la Academia de la Latinidad, hubiera imaginado.

Roberto Ramírez

Es una fiesta obscenamente intelectual, dice Cándido Mendes, sobre el XVI Congreso de la Academia de la Latinidad que reunió por tres días a los más destacados estudiosos del mundo actual. Alain Touraine estaba en la nómina de ponentes, sin embargo, una tragedia familiar hizo imposible su presencia en Lima.

A pesar de su ausencia física, Touraine, autor de libro ¿Podremos vivir juntos?: iguales y diferentes, fue citado y nombrado en reiteradas ocasiones por los demás expositores de este congreso internacional. Es decir, de alguna u otra forma, el sociólogo francés estuvo presente en el abarrotado auditorio del Centro Cultural Ccori Wasi de la Universidad Ricardo Palma.

La cola para entrar a dicho recinto, como si de concierto de Los Caribeños de Guadalupe (*) se tratara, puso en evidencia el interés de muchos peruanos sobre la discusión de los problemas de nuestra región.

La Academia de la latinidad -cuenta Mendes- fue creada en 1999, luego de una “provocación” del presidente Mohammed Khatami de Irán, que les preguntó si Occidente se atrevería a ir hasta dicha zona e iniciar un diálogo con el mundo islámico –eso sí- previo desarme de pre conceptos sobre el conflicto de las civilizaciones.

Lo que empezó con una serie de reflexiones y trabajos desarrollados tanto en Francia, como en Italia y Brasil, y cuyo objetivo inicial sólo era el intercambio abierto y relajado de reflexiones alrededor de la idea de la latinidad, terminó convirtiéndose en un documento de trabajo sugerido por Cándido Mendes (Latinidad & Prospectiva – hacia una Academia de la latinidad) que dio pie a la redacción de los estatutos de la Academia.

El emblema de la Academia aparece en un vistoso afiche y a algunos concurrentes se les abre el apetito. Se trata de una deliciosa fruta arbustiva, de la familia de las Punicáceas, conocida comúnmente por todos nosotros como la granada. Para el escritor Maurice Druon, “un bello símbolo, con mil granos al interior”.

Mendes refiere que la misión de la Academia de la Latinidad es la de constituir una autoridad moral independiente, reforzando la solidaridad de los países y de los pueblos de cultura latina, a fin de asegurar la justa presencia de los aportes pasados, presentes y futuros de la latinidad en todos los campos de la civilización.

“La gestión de los diálogos de las culturas implica la discusión a fondo de lo que es realmente América Latina, sus tensiones y sus problemas”, agrega.

Es en este contexto que Mendes insiste en la necesidad de comprender la lucha por los derechos humanos, el pluralismo, la subjetividad cultural e ineludiblemente la protección de las minorías.

“Democracia profunda: Reinvenciones nacionales y subjetividades emergentes” es el título de este congreso que reunió a una impresionante lista de invitados entre los que se encontraban Torcuato Di Tella, François L’Yvonnet, Bernard Bosredon, Enrique Rodríguez Larreta, Gianni Vattimo, Daniel Innerarity, Jean-Michel Blanquer, Sergio Pablo Rouanet, Nelson Vallejo-Gómez, Walter Mignolo, Xavier Albó, Susan Back-Morss, Javier Sanjinés, Carlos Forment, Helio Jaguaribe y la escritora, romancista, novelista y poetisa haitiana Evelyne Trouillot.

Los locales José Ignacio López Soria, Max Hernández, Hugo Neira y Mirko Lauer también estuvieron presentes en este auditorio ubicado en una de las últimas cuadras de la avenida Arequipa, en Miraflores.

Los temas tratados fueron planteados desde las disquisiciones de la definición de la democracia profunda, hasta discusiones de contenido, pasando por el cosmopolitismo, la globalización, la hegemonía y las discusiones de lo que representa los límites de la razón.

Los tópicos fueron tan variados como discutibles, suscitando por ello mismo las más diversas intervenciones de un público inquieto y heterogéneo que asistió sin pagar un solo céntimo, a esta grandiosa fiesta organizada con el apoyo de la Biblioteca Nacional y la Universidad Ricardo Palma.

Uno de los temas más complejos: el referido a la democracia profunda como problema epistemológico y planteado desde la concepción de aquel régimen político que a partir de la lejana Grecia hasta hoy, pasando por las revoluciones americana y francesa, aparece como el sueño de una humanidad gobernada por si misma.

El filósofo e historiador peruano José Ignacio López Soria aborda el tema de la interculturalidad y advierte durante su ponencia que sus reflexiones están en proceso y lo estarán siempre porque entiende que “la base del diálogo intercultural es precisamente el no-encerramiento en posiciones inamovibles”.

Dice que la diversidad ha logrado sobrevivir, a pesar de los esfuerzos de las culturas dominantes por construir unidades monolíticas y afirmar identidades, comportamientos, percepciones, creencias y sensibilidades uniformes.

Por eso, parafrasea el título del voluminoso y arriba mencionado libro de Touriane y se pregunta ¿podremos vivir dignamente juntos siendo diferentes?.

Lopez Soria dice que en la búsqueda de una respuesta afirmativa a dicha pregunta está la apuesta utópica de nuestro tiempo.

Cándido Mendes mira al público y cuenta que en algunas otras latitudes no hubo tanta gente como aquí en Lima. “El Perú es el ideal soviético de la audiencia académica”, sonríe.

¿Y con qué se come la democracia?, pregunta, micrófono en mano, una fogosa participante de este seminario. Si bien el problema de la democracia formal es planteado insistiendo sobre todo en los problemas de lo que es en sí misma la democracia y los modelos económicos y sociales, dicha interrogante, a esa hora de la tarde, suscita que todos los panelistas invitados uniformicen un solo pensamiento y decidan, previo receso, irse a almorzar. La cita, fue en el Haití.

Y es que la democracia no es simplemente un problema de extensión hacia arriba (democracia cosmopolita global) o hacia abajo (democracia profunda).

Rodríguez Larreta señala que la democracia es un valor más que una experiencia histórica.

Por su parte, Walter Mignolo, el “equilibrista cosmológico de la dialéctica” como cariñosamente lo llama Mendes, habla de la apropiación autoritaria de la idea de “democracia” en una ponencia titulada “hermenéutica de la democracia: el pensamiento de los límites y la diferencia colonial”.

Otro tema tratado en esta cita internacional, que contó además con el auspicio de la Embajada de Francia, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Derrama Magisterial, la Alianza Francesa, el Instituto Italiano di Cultura, el Centro Cultural de España, el Instituto Cultural Peruano Norteamericano y la Unión Latina, es el de la integración.

En ese contexto el historiador y rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, Enrique Ayala comenta que la integración debe entenderse como un objetivo de las sociedades y no solo de las autoridades políticas.

“No son meros procedimientos administrativos o acuerdos de cúpulas. Son procesos que requieren de una base social que los sustente. Y por ello la educación es un elemento clave en el camino de los pueblos a su integración duradera.”

Por otro lado, el filósofo bilbaíno Daniel Innerarity (profesor de la Universidad de Zaragoza) dijo que el gran desafío del mundo actual consiste en cómo articular la convivencia en sociedades profundamente plurales evitando a la vez el modelo comunitarista y el modelo de la privatización de las identidades.

Nelson Vallejo-Gomez, Consejero cultural adjunto de la embajada de Francia en el Perú, y responsable intelectual de que este congreso se realizara en Lima, señala que esta fiesta no fue únicamente una reunión cerrada entre grandes pensadores en un exclusivo hotel, sino una cita de diferentes personas de diversos distritos que demostraron su legítimo interés en todos estos temas.

“Y seguimos con la sala llena”, grita emocionado Cándido Mendes el último día de disertaciones. El brasileño anuncia además que el libro Hacia la tercera mitad. Perú XVI-XX (Ensayos de relectura herética, de Hugo Neira será traducido al portugués por ser considerado uno de los veinte libros seminales y más importantes de la latinidad.

“(traducido) Al portugués este libro tiene el canibalismo vocálico necesario para ser devorado en la importancia y en la necesidad”, dice Mendes quien además anuncia que en Río de Janeiro se acaba de abrir una cátedra de estudios peruanos y que aquí, la Universidad Ricardo Palma hará lo mismo a fin de adentrarnos a la cultura brasileña.

La fiesta acaba. Walter Mignolo, crítico literario argentino y profesor de Literatura en Duke University, Estados Unidos, se va hasta la avenida Abancay a comprar libros. Los asistentes aplauden y a pesar de ser clausurado este congreso el público aún no se quiere ir. Cándido Mendes se confunde entre la gente. Se toma fotos y firma autógrafos como si fuera Ronaldinho o Chayanne. Sonríe con todo este público que entiende que todo lo que ha oído en tres días no ha sido más que una invitación a leer a diferentes autores y a preocuparse un poco más sobre estos apasionantes temas.

Como decía López Soria cuando hablaba de interculturalidad, “toda teoría está trascendida de historicidad, es sólo interpretación y, por tanto, no se enuncia como verdad consumada, sino como apertura de diálogo”.

Lentamente el público asistente avanza por la avenida Arequipa, unos, hacia una cálida y acogedora playa de estacionamiento y otros hacia sus respectivos paraderos en la fría acera.

Los participantes se alejan del Ccori wasi –trastocando la frase de Borges- más orgullosos de las ponencias que escucharon que de las que alguna vez pronunciaron. O como Camus pensando que sólo podrían fundar el partido de los que no están realmente seguros de tener la razón.









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(1) Orquesta de cumbia originaria de un pueblo de la costa norte del Perú denominado Guadalupe. Muy popular a decir de la prensa que señala que dicho grupo congrega a multitudes en cada una de sus presentaciones.

lunes, 25 de febrero de 2008

La sazón de la novia




Un viaje literalmente relámpago a la Ciudad Blanca se convierte en un inesperado tour gastronómico donde el cronista comprueba, con gusto, que la tradición culinaria de Arequipa hace que sus habitantes tengan contento el corazón.

Por Roberto Ramírez A. (*)

La mayoría se va a la playa. Sin embargo, aún hay gente que huye del incandescente verano limeño y se refugia bajo un aguacero como el que hace poco empapó la cuna de Mariano Melgar. Hay quien evade el sol, la arena, las disimuladas incontinencias diuréticas dentro del mar y prefiere la precipitación y el frío. Hay de todo en esta viña del Señor, por eso, expresando un legítimo odio al sudor y reivindicando el derecho de las minorías, decidimos disfrutar de la lluvia, que, democrática, cae para todos.
Llegar a Arequipa en ómnibus puede resultar una experiencia casi religiosa. Los inacabables kilómetros de un serpentín suelen devolver la fe al más agnóstico de los viajeros.
“Virgencita de Chapi, guíame”, se lee en la delantera de un camión de carga pesada que atraviesa nuestros mismos caminos. En la parte posterior se observa la desafiante frase: “Alcánzame si puedes”.
Tras quince horas de recorrido y con las porciones pulposas que yacen sobre el asiento, casi insensibilizadas; la novia adorada, sobrenombre con el que se le conoce también a la Ciudad Blanca (White City for tourists), nos recibe con una apacible tarde gris.
Al pisar suelo arequipeño recordamos un dicho popular: A donde fueres haz lo que vieres. Así que, una vez instalados en la ciudad, lo primero que hicimos, fue comer.
Entre relámpagos, truenos y el aguacero aquel cayendo al compás de un yaraví, probamos la sazón de la novia. Visitamos las picanterías más tradicionales además de otros lugares donde también se rinde verdadero culto a la comida y constatamos, en estos templos del sabor, por qué Arequipa es considerada, la capital gastronómica del Perú.

Nos sacan la Chochoca

Llegamos un miércoles a Arequipa. Los miércoles tradicionalmente se come Chochoca, un plato sabroso a base de carne de res. Ese mismo día fuimos a Tasahuayo a escuchar historias extraordinarias sobre la Arequipa mística, como la del duende de la Plaza de Armas. Luego recorrimos el sendero que conduce a Sachaca, un pueblo situado al noroeste de la ciudad. A lo largo de esta vía encontramos diversas picanterías populares como La Cecilia y La Lucila (pronto se inaugurará La Bibi). Entramos a la Quequita un restaurante en donde un plato de rocoto relleno con pastel de papa puede producir un efecto casi celestial, solamente comparado al que produce el costillar frito con papas doradas.
Las hermanas Margarita y Lupe Aguilar, ex integrantes del club deportivo Sparta, institución pionera del baloncesto en Arequipa, explican que los jueves se come el chupe de chuño. Al día siguiente, el chupe de viernes y los sábados la Timpusca, un plato a base de carne de res, peras, choclos, lengua de cordero, apio, poro, nabo y sal al gusto.
Si el frío se combate de golpe con una copita de Anís Muñoz Nájar, la sed se alivia con una Kola Escocesa, bebida que se encuentra sólo en Arequipa. Es de color tinto, tiene un sabor exquisito y se bebe lentamente, gota a gota.


Dulce compañía

Cerca del mercado de San Camilo, entre las calles Jerusalén y San José, en una esquina, hay un inmueble color cacao. Es la fábrica de chocolates La Ibérica, una de las empresas más prósperas de nuestra industria.
La Ibérica lleva 99 años ofreciendo chocolates, toffees, bombones y mazapanes de gran sabor. Se dice que las atentas dependientes de la tienda son chicas realmente dulces.
Pero si de dulces hablamos, tenemos que nombrar también el famosísimo queso helado, un incomparable postre arequipeño cuyo ingrediente indispensable, como la confianza en el amor, es la buena leche (fresca, evaporada y condensada).
A la mañana siguiente nos dirigimos a la Plaza Mayta Cápac en el distrito de Miraflores. Allí los niños son coros y los bebes, guaguas. En los alrededores se pueden apreciar casas familiares que los domingos se transforman en inusitados restaurantes donde se puede conseguir un buen adobo a cinco soles. Es un exquisito plato tradicional que se acompaña del "pan tres cachetes" y se disfruta sobre todo después de una chispeante noche sabatina. Entre sus principales ingredientes están: la carne de cerdo, el ají panca, la chicha y la cebolla. Es recomendable no llorar por la cebolla, porque ésta, no tiene entrañas. Sólo capas que entre lágrimas, se parten en pedazos. Laura Esquivel dice que lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar, sino que a veces uno empieza, como quien dice se pica, y ya no puede parar. Luego de 24 horas de maceración las palabras están demás. Pero si se nos pasa la mano con el adobo, siempre podremos recurrir al té piteado.

Al pie del volcán

Arequipa es hermosa como Dalila y el Misti imponente como Sansón: Tiene coraje, orgullo y hasta un par de gónadas bien puestas. No por algo posee un plato hecho con los testículos del toro, conocido como zarza de criadillas, que se come para tener la fuerza (sólo la fuerza) de este animal de puntiaguda cornamenta. (El Misti es el gran Señor de la ciudad, aunque tenga falda).
Mientras Los Dávalos le cantan a Arequipa, la lluvia empieza a cesar. Entonces uno se da cuenta que es hora de retornar. La zarza ya se ha digerido y la maleta insólitamente se hace más ligera. Dicen que el Chaque y la suculenta sopa de Chairo, por tradición, se comen los lunes y martes, respectivamente. Son dos platos que también han sabido mantener a sus habitantes, a pesar de cualquier adversidad, con la barriga llena y el corazón contento.
Esa misma sensación experimentamos al despedirnos, con tristeza, de esta bellísima ciudad que nos mira con la dulzura de un mazapán. De retorno a la incandescencia de Lima, lejos ya del rumor del río Chili, la nostalgia aparece. Un líquido salado e incoloro, recorre nuestra mejilla y cae irremediablemente al piso. Es sudor.


Lima, 25 de febrero de 2008
Suplemento Variedades, Diario el Peruano

lunes, 18 de febrero de 2008

Motivo de festejo




Es un hecho de gran repercusión. La Cajita Rítmica Afroperuana, ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación. Este importante acontecimiento, sin duda, justifica el festejo.

Por Roberto Ramírez A. (*)

Un golpe le sigue a otro. Se repite incontables veces logrando diferentes sonidos que armonizados, te llevan instintivamente a mover los pies. Sigue la cabeza, que empiezas a menearla como haciendo un persistente gesto de afirmación. Luego aparece un cosquilleo cadencioso. Los latidos de tu corazón se aceleran al compás de la percusión. El torrente sanguíneo se alborota. El palo continúa golpeando la caja y el mundo entero empieza a vibrar.
Cualquiera no puede tocar la Cajita Rítmica Afroperuana. Hay que tener madera para ello. Hay que tener muñeca. Hay que tener swing en las venas, destreza en las manos. Hay que tener un ritmo de negros, un ritmo sabroso, un ritmo festejo aquí.
El receptáculo, aporte de las poblaciones afrodescendientes a la música y a la cultura de nuestro país, es un pequeño instrumento paralelepípedo hecho de madera con una tapa que se abre y se cierra a voluntad del músico. Colgada al cuello, caída sobre el vientre, ésta se toca, se golpea, se percute con un palo del mismo material.
Su uso musical, tal vez involuntario como la llegada de la población de origen africano a estas tierras, se debió a la oportunidad de algún esclavo del ritmo que subyugado por el son golpeó en el momento y en el lugar preciso la puerta de la historia.
Rafael Santa Cruz, maestro del cajón, catedrático de la música, cantante y actor de cine, teatro, telenovelas y series de televisión, subraya que ya en 1780 aparecieron unos grabados del obispo Baltasar Martínez Compañón con dibujos del baile de diablicos, en donde se aprecia a uno de estos personajes llevando la cajita.
“O sea, en esa época, definitivamente ya había cajita”, refiere enfático Santa Cruz quien fue el que realizó las gestiones necesarias para que el Instituto Nacional de Cultura (INC) declarara a la Cajita Rítmica Afroperuana, como Patrimonio Cultural de la Nación
No hubo –dice- engorrosos trámites burocráticos, pero sí rigurosidad, como debe de ser, en las evaluaciones de los argumentos que llevaron a declarar como nuestro patrimonio a este tradicional instrumento.
Santa Cruz comenta con entusiasmo que se encontraba en Chile cuando sorpresivamente se enteró de la decisión del INC. La noticia llegó así, de golpe.

Caja registradora

Es paradójico que una información como ésta, no haya tenido gran repercusión mediática. Sobre todo si hablamos de un instrumento, resonante por naturaleza, que ha permitido mantener un tipo de identidad expresada en la rítmica de los afrodescendientes y que es parte de nuestro sincretismo cultural.
Los estudiosos ubican a la cajita en las celebraciones del Corpus Christi en el siglo XIX y en los carnavales, donde se une a la sonoridad del festejo y al Son de los diablos.
A diferencia del cajón, la cajita está diseñada para poder llevarla en un desfile con total facilidad mientras se tañe, mientras se percute, mientras se toca. Quizá sea ésta una razón por la que el cajón no aparece en la iconografía de procesiones de siglos pasados.
En las acuarelas de Pancho Fierro donde se ilustra la danza del Son de los diablos predominan tres instrumentos: la quijada de burro, el arpa y la cajita.
El autor del libro El cajón afroperuano dice que es muy probable que la cajita haya sido utilizada inicialmente para otros fines. Se presume que ésta servía para juntar los aportes voluntarios que solicitaban los músicos luego de ejecutar su arte por las calles de nuestra ciudad.
“Hay una teoría que señala que la cajita se usaba al principio sólo para recolectar monedas, pero los solicitantes no eran ni muertos de hambre, ni dependían de ello para vivir, sino que todo esto tenía una connotación de retribución”.
Al parecer un buen día, el encargado de llevar la cajita, contagiado por la comparsa musical, o disgustado, imagina el cronista, por la recaudación, empezó a golpearla, una y otra vez, por fuera y por dentro, cerrada y luego abierta; bajando con fuerza su tapa, logrando, sin querer, golpes rítmicos, secos, ordenados, que al ser combinados, generaban un éxtasis sonoro.
Se presume que habría cogido el palo con el que se toca la quijada de burro y que con él pudo alcanzar una sincronización estupenda.
“Alguien encontró la riqueza musical en esta caja. Es pues, el ingenio del ser humano que necesita la percusión para jugar con una serie de combinaciones rítmicas”.
El nieto de don Nicomedes Santa Cruz manifiesta además que por la cadencia es fácil deducir que el ejecutante de la cajita haya sido un africano o un descendiente de africano, que tenía más propensión a coincidir con la combinación de estos ritmos que, más allá de algunos silencios, han repercutido en el tiempo.

Colorido festejo

La ausencia del color. Así define el diccionario la palabra negro. José Antonio del Busto señala que las cajetas o cajitas sonoras tenían color. Dice que estaban pintadas (John Dalton no lo habría podido distinguir) de rojo, verde o azul.
Santa Cruz, el primer actor negro que en una telenovela nacional dio vida a un personaje que nada tenía que ver con los arrebatos de carteras o la discriminación por determinada coloración y que por el contrario interpretaba a un médico exitoso; destaca los trabajos que hicieron también Abelardo Vásquez y Nicomedes y Victoria Santa Cruz para la preservación de la cajita. “El siguiente paso es que sea reconocida por el mundo”, dice.
Este instrumento –añade el brillante músico- se puede apreciar mejor en el Son de los diablos y en las canciones en ritmo de festejo.
Se sabe que en el festejo las mujeres danzan sin zapatos, en muchos casos con una pañoleta amarrada a la cabeza, con faldas de colores y fustanes largos de color blanco que, según algunos, tampoco es un color, sino la suma de todos los colores. En realidad, los colores solo existen en la mente.



Lima, 18 de febrero de 2008
Diario El Peruano – Revista Variedades
(*) rramírez.roberto@gmail.com

jueves, 14 de febrero de 2008

La firma de Pizarro




El Acta de Fundación de Lima, se encuentra celosamente resguardada en el Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima. Este documento representa una verdadera joya para la historiografía de Lima. Para hallarlo era necesario sumergirnos en el sótano de nuestro pasado.

Por Roberto Ramírez A. (*)

La rúbrica de Francisco Pizarro es un par de trazos ondulantes, verticales e históricos. Son como sinuosos garabatos que llevan en medio el nombre del conquistador.

Su autógrafa de puño y letra, estampada en el Acta de Fundación de Lima, fechada el lunes xviij del mes de henero de el dicho año (1535), se puede apreciar a pesar de sus cuatrocientos setenta y tres años de antigüedad.

Es en el sótano de la Municipalidad de Lima donde están guardados estos valiosos documentos. Hay una inmensa puerta de acero, parecida a las que resguardan las bóvedas de los bancos, que nos separa de la historia.

Se abre lentamente, nos quedamos fuera unos instantes, porque el fuerte olor del papel guardado por siglos, puede causarnos, dicen, el mismo efecto que varias copas de Pisco Sour.

“Es recomendable entrar con mascarillas”, nos comenta un amable y atento trabajador de la municipalidad.

La preservación de estos originales es asombrosa, verlos nos remonta por un segundo a aquella época en que Lima, era un valle, un huerto florido, un frondoso bosque de árboles ornamentales y frutales. Un vergel del siglo XVI.

Además de la firma del conquistador están las rúbricas de Alonso Riquelme, García de Salcedo y Rodrigo de Mazuelas.

El acta de fundación está incólume en el folio 23 de este Primer Tomo de los Libros de los Cabildos. El vergel y el inmenso valle perduran en las nostálgicas crónicas de antaño.

¿SABÍA O NO FIRMAR?

Al observar la autógrafa de Pizarro es imposible no recordar las contradictorias opiniones que existen sobre si el español supo o no escribir.

Hay cronistas que dicen que Pizarro sólo sabía hacer las dos rúbricas, y que en medio de ellas, su secretario era el que ponía estas palabras: El marqués Francisco Pizarro o Francisco Pizarro, o a veces solo Fran Pizarro.

“Los documentos que de Pizarro he visto en la biblioteca de Lima, sección de manuscritos, tienen todos, las dos rúbricas. En unos se lee Franx.º Piçarro, y en muy pocos El marqués. En el Archivo Nacional y en el del Cabildo existen también varios de estos autógrafos”, relata don Ricardo Palma.

Palma agrega que “en el Archivo general de Indias, hay varias cartas en las que, como en otros documentos, se reconoce, hasta por el menos entendido en paleografía; que la letra de la firma es, a veces, de la misma mano del pendolista o amanuense que escribió el cuerpo del documento”.

En el sótano, aparte de la sensación de inmersión, hay mucha más documentación archivada en 49 volúmenes de Libros de Cabildos y Libros de Cédulas y Provisiones (31 Libros en 34 volúmenes).

¿Qué pasaría si todo esto se llegara a perder?, me pregunto mentalmente mientras reviso el archivo. Son siglos de la más sabrosa y detallada información sobre nuestra ciudad, sobre el Perú y sobre América desde la llegada de los españoles hasta la Independencia.

El Libro I contiene actas de cabildos realizados desde 1534 hasta 1539. Luego hay otro libro con actas fechadas entre 1544 y 1546.

¿Qué pasó con las actas de 1540 hasta 1543?. Desaparecieron envueltas en un halo de misterio. Se dice, no sin cierta truculencia, que corresponde al momento en que Pizarro fue asesinado y que probablemente por cuestiones políticas los partidarios de Almagro el Mozo, habrían optado por desaparecerlas.

Seguimos revisando este Primer Tomo y también vemos el documento del Cabildo celebrado en Jauja el 29 de noviembre de 1534, que antecedente de la fundación de Lima.

Como se sabe, la ciudad de Jauja, ubicada en la serranía, fue hasta octubre de 1533 la sede oficial de gobierno. (Sangallán, pueblo cercano a Pisco, también fue considerado candidato a capital)

Pero, Xauxa, en medio de las quebradas de la Cordillera de los Andes, era considerada una desventaja estratégica para enfrentar a los indígenas o para rechazar un sorpresivo desembarco “invasor” en la lejana costa.

Pizarro optó entonces por trasladar la capital a un lugar más asequible y próximo al mar.

Dicen los cronistas que Pizarro vio en el valle del Rímac, un enorme huerto florido, un frondoso bosque que parecía un vergel hecho ciudad.

DOCUMENTO PERDIDO

Revisando algunos textos de la etapa de la República, nos enteramos que tras el derrocamiento del general Manuel Ignacio de Vivanco, se produjo la misteriosa desaparición del Libro Primero que se encontraba en palacio de Gobierno.

Años después al notarse su desaparición corrió el chisme de que el general lo había obsequiado al Museo Británico.

Pero el historiador Enrique Torres Saldamando, informó luego, que Vivanco había guardado el libro para evitar que se pierda en medio de la crisis que se vivía, pensando en entregarlo después a la Municipalidad. Sin embargo, la muerte, sorpresiva a veces, inesperada siempre, no lo permitió.

Los bienes del general pasaron a poder de su hijo Reinaldo de Vivanco que murió defendiendo Lima de la invasión chilena en 1881, sin saber que poseía esta invalorable joya. Su viuda Doña Domitila de Olavegoya, adolorida por la pérdida de su esposo, decide recluirse en un convento.

En ese momento, al poner sus bienes en orden, descubre entre los papeles del difunto, nada menos que el mencionado Libro Primero de Cabildos de Lima y sin demora lo entrega al alcalde, Luis Roca y Boloña.

Así volvió a su sitio el más importante documento de la historia de Lima, que continúa abierto ante nuestros ojos y en el que se halla la rúbrica de Pizarro, sinuosa, serpenteante y enmarañada como muchas partes de nuestra historia, y que nos traslada en un rapto alucinado a aquella época.

Lima es entonces un hermoso valle, una imagen idílica, como un retrato en sepia, que retrocede vertiginosamente, incluso hasta antes de que fuera la ciudad de los Reyes.

Es el embrujo de la historia, el poder de la mente o el olor de las actas apiladas. Pero la fugacidad se revierte, se convierte en un huerto de cemento y en un frondoso bosque de papel. El vergel desaparece. Estamos en el sótano otra vez.
Lima, 14 de enero de 2008
Suplemento Variedades, Diario El Peruano

martes, 8 de enero de 2008

Saber que se puede


Don Francisco Herrera tiene el futuro en sus manos. Su empresa de bordados está a punto de extender su negocio hacia Europa. Su increíble historia, tejida por sueños de superación, también es multicolor, como las polleras de Sonia Morales.

Por Roberto Ramírez A.
(*)

Cuando me fui de Paramonga tenía como quince años. ¿Conoce Paramonga?. Queda en el norte chico, pasando Supe y Barranca. Quería salir, caminar un poco y con mi lápiz en el bolsillo entrar a Bellas Artes.

Al llegar a Lima me dijeron que debía tener secundaria completa para ingresar allí. Yo sólo tenía primaria incompleta. Entonces no me quedó otra. Lustré zapatos, también fui mozo. En esa época, recuerdo, salió el diario Ojo, yo lo vendía en una esquina del puente Balta, también la revista Caretas. Salían bien, pero no era lo mío.

Así que una vez caminando por la avenida Italia encontré una casa en donde hacían bordados, allí había un señor que estaba dibujando. Me acerqué. ¿Alguna cosita?, me preguntó. Yo le puedo ayudar, le dije. Lo noté desconfiado. Se fue para adentro, no sé para qué. Aproveché, cogí un papel, y rapidito hice un dibujo de mi imaginación. Cuando regresó, vio el dibujo y le gustó. ¿De dónde eres?, me dijo. Luego me preguntó si conocía al “Gorrión andino”, un cantante muy popular en aquellos tiempos. Claro, le respondí, es mi vecino.

Me invitó a almorzar, le enseñé mis trabajos y me preguntó si podía dibujar y bordar en su taller. Sí pude y me quedé ocho años.

¿Que por qué me fui de allí? Ah, porque un día la hermana del dueño nos dijo que ya no nos iban a dar almuerzo. Trabajábamos catorce horas. Les dije que sin almuerzo sólo trabajaría mis ocho horas. Fui al Ministerio y me quejé. Después, me quedé otra vez en la calle.

Espéreme un cinquito, tengo una llamada en mi celular.

Tentar al futuro

Francisco Herrera Reyes tiene 55 años y sabe que su futuro pende de un hilo. Contigua a la metáfora, el porvenir también está a la mano. Exactamente, en sus manos y en las de las veintiséis personas que trabajan con él y con las cuales tiene que hilar muy fino.

Desde su taller ya no se oye el insoportable bullicio de la escandalosa avenida Zarumilla, en San Martín de Porres; solamente la voz de Anita Santivañez, la reina de las reinas, según indica un colorido afiche, suena melódica y potente en el parlante de una pequeña radio marca Sanyo.

El sonido edulcorado del arpa parece marcar el ritmo binario, sincopado, con el que las lentejuelas, las piedras de colores, las agujas y los hilos de alambre, dorados como el Sol o como el pelo del choclo, se unen con las telas raso, desplegadas sobre largas mesas de trabajo.

Herrera no se adorna como sus prendas, habla con sencillez, pregunta dónde se imprimirán sus palabras y nos cuenta, mientras su inseparable lápiz traza imperceptibles trazos encima de la mesa, que el fin de su empresa es resaltar la imagen de los artistas, cada vez más mediáticos e independientes, con novedosos diseños y vestimentas de gran calidad.

Entre su fiel clientela está la internacional Sonia Morales, Yolanda Rojas, la Angie Cepeda del folclor, Yalú Morales, la hija del Huascarán, Julia Tarazona y los soñadores del amor, Anita Santivañez, la reina de las reinas, así como Candelaria Cabana, más conocida como Naranjita de Sucre, la revelación del momento.

Don Pancho, como lo llaman sus amigos, también vistió a la diosa del amor, Dina Páucar, a la princesa del folclor peruano, Alicia Delgado y a muchas otras intérpretes de altura que los fines de semana suelen propiciar, en medio de danzas circulares, un desborde popular en el Huaralino, en el Gran Complejo de Los Olivos, en la Playa Central de Vitarte o en cualquier telúrico local que pueda recibir a tantas almas sedientas de redención pentafónica. Todas estas divas del folclor están satisfechas con sus policromáticos vestuarios que bordean los dos mil soles. Hasta la fecha nadie se ha sentido inconforme, o sea, nunca han zapateado, al menos, no por ello.

Las banderas, estandartes y gallardetes le son pedidos por las municipalidades, universidades, embajadas y ministerios de este emblemático país.

Su historia se va hilvanando a través de anécdotas y remembranzas emergentes que lo llevan a dibujar una sonrisa en la redondez de su semblante. Los recuerdos de su propia migración son el hilo conductor de su emocionante relato.

Cuenta que su empresa “El Arte Dorado” participa de los cambios en el comercio nacional e internacional, y que ya tiene su página en Internet (http://www.artedorado.com.pe/) y que pronto pondrá una boutique vernacular, porque en este negocio, como en cualquier otro, hay que evolucionar, adaptarse al crecimiento propio de un mercado globalizado y apostar, como José María Arguedas, por una reivindicación de lo andino donde la tradición deba aliarse con la modernidad.

El año pasado Herrera envió un manto religioso a un compatriota residente en España y ese trabajo, como la papa en el exterior, fue muy apreciado, incluso por el cónsul peruano en dicho país, que lo invitó a participar en la Feria de Barcelona a realizarse en noviembre de 2008.

Señala que en Europa hay empresas parecidas, pero que no hay acabados como los suyos y afirma, en términos futbolísticos, que su trabajo en España, será un éxito.

Sigue hablando orgulloso de su empresa, de su esposa, de sus cuatro hijos y de sus posibilidades en el viejo continente, y se le infla el león color esperanza, similar a un bordado en tinta china, que tiene permanente en el pecho y se percibe por su camisa semiabierta. Dice que es su signo zodiacal.

Pero es el arte a flor de piel que le dibujaron hace tiempo en esta Lima fosforescente, en este universo cierto para todos y distinto para cada uno, con un par de agujas esterilizadas.

Retomando el hilo

Disculpe la interrupción.¿En qué estábamos?. Ah sí, estaba sin empleo. Pero conocía a Julia Campoblanco y a Rosita Salas, la Alondra peruana, a las que les hacía trabajos. Pepe Torres me dijo una vez que no me preocupara porque yo tenía el arte en las manos.

Aún así no había hecho plata. No tenía capital.¿Qué hice?. Me fui al Parque Kennedy en Miraflores y empecé a vender los cuadros con motivos pre incas que había pintado en un triplay de 25 x 35. Los otros vendían sus cuadros en lienzos inmensos. Pero los turistas preferían los míos porque los podían llevar fácilmente en sus mochilas y eran más baratos. Ese fue el secreto. Se vendió bastante, no se imagina. Cuadro que llevaba, cuadro que vendía.

Hice un dinero y me vine para aquí. En los inicios de los ochenta nadie daba un centavo por Zarumilla porque estaba al lado del río. Ahora mire, esta cuadra está llenecita de tiendas de bordados.

Llamé a mis compañeros, porque la amistad también es clave y nos pusimos a trabajar fuerte. Me compré otro local y un taller. Yo les decía a mis amigos, cuádrense también por aquí. Después, todo el mundo puso su tienda y ahora, para todos hay.

Actualmente trabajo con varios artistas, incluso hago mini polleras. Esto es un boom. Sonia Morales por ejemplo, viaja a provincia por doce mil soles más o menos, y allí aprovecha y hace más presentaciones. Saque su cuenta con cuánto regresa. Aunque hoy el éxito musical parece medirse no por discos, sino por entradas y cervezas vendidas.

Ahora me interesa España. A un devoto de la Virgen de la Puerta de Otuzco, le hice un manto precioso, él le enseñó al cónsul y éste me dijo, usted tiene que estar aquí en el 2008.

Será nuestra carta de presentación. Ya mandé a mi hija a Europa a ver el mercado. He visto por Internet más de veinte empresas de bordados, pero, la verdad, no tienen los acabados que aquí tenemos. Nuestro trabajo allá, va a ser un gol. Definitivamente.

¿Dónde dice que va a salir la entrevista?





Lima, lunes 07 de enero de 2008
Diario El Peruano, Revista Variedades

(*) rramírez.roberto@gmail.com

jueves, 3 de enero de 2008

El pensador




De pronto, ya no pudo caminar. Apenas había acabado el primer año de secundaria, cuando la enfermedad apareció. Un padecimiento denominado osteomielitis lo obligó a dejar el colegio y a estudiar en su casa. Su mal duró seis interminables años. Vivía casi inmóvil en su morada de Barranco y a veces se desplazaba con suma lentitud en su silla de ruedas.

Fue entonces que Gustavo Gutiérrez empezó a leer sin parar. No dejó que su mal lo desanimara. Sin embargo, sus horas de reflexión giraban de manera irremediable en el significado del sufrimiento. Un sufrimiento que estuvo compensado por el apoyo familiar y amical. Una amistad entrañable como la de Juan Gonzalo Rose, su compañero en el colegio nacional José María Eguren, convertido después en poeta. Un poeta solitario, escéptico, ateo, marginal, que años más tarde se haría comunista.

Gustavo Gutiérrez es un sacerdote simple y sereno. Es un maestro errante, autor de numerosos libros. Su obra más conocida es La teología de la liberación, cuyos fundamentos son motores de acción de muchísimos religiosos en América Latina.

Tras publicar este libro, en 1971, lo llamaron al orden y algunos le acusaron de marxista. Gutiérrez nunca pensó que el comunismo podía ser una solución para lograr un mundo con menos desigualdad y pobreza, pero tampoco estaba de acuerdo con una sociedad injusta.

Para él, Marx, aquel judío prusiano convertido en gentleman inglés de clase media, aquel abnegado padre de familia que dejó embarazada a su criada, aquel hijo pródigo al que su madre le dijo: “habría preferido que hubieras reunido un capital, en lugar de escribir sobre él”, nunca fue enemigo de Dios porque sencillamente Él no es enemigo de nadie.

El año pasado, el padre Gutiérrez ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por su preocupación por los sectores más desfavorecidos. El monto de éste – 29 mil 107 dólares – lo donó a la Unión de Egresadas Dominicanas Mercedarias, para la construcción y remodelación de distintas obras de dicha institución que se dedica a trabajar por la dignificación y promoción de la mujer ayacuchana.

Él sólo busca hablar, con una voz algo moderada por el paso del tiempo, del escándalo de la pobreza: “Cuantas veces se ha arraigado, en algunos sectores populares, que la pobreza es algo así como un hecho natural, casi una fatalidad. Un destino y no, como lo que es, en verdad, una condición creada por manos humanas y, por tanto, susceptible de ser cambiada.”

Sin embargo, las opciones que esta teología propugna han encontrado hostilidad en ciertos sectores políticos y militares de América Latina. Fue el caso del asesinato del monseñor Arnulfo Romero, un religioso salvadoreño que pidió al gobierno de su país que cesara lo que él denominaba “represión contra el campesinado”.

“... Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado...”, repetía Romero. Un domingo de palmas, en marzo de 1980, monseñor Romero pronunció una homilía de fuego: había hecho un llamado a los soldados a rehusarse a obedecer una orden que les impusiera asesinar a sus hermanos campesinos. Al día siguiente, a las 18.30 horas, caía asesinado por un francotirador. Se trató de un solo disparo. Directo al corazón.

Cuando Gustavo Gutiérrez cumplió 18 años, fue intervenido quirúrgicamente y pudo andar. Desde entonces no ha parado de trajinar por el camino de la justicia. Ingresó a la difícil Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1947. En 1948 y 1949 estudió letras en la Universidad Católica. Cursó filosofía en la Universidad de Lovaina (Bélgica), entre 1951 y 1955.

En esa misma casa de estudios siguió psicología. Entre 1955 y 1959 se trasladó a Lyon (Francia), para estudiar y doctorarse en teología. Sin descansar, marchó a Roma, a la Universidad Gregoriana. Y así siguió haciendo, imparable, lo que no pudo llevar a cabo durante seis años: caminar. Y es precisamente en ese camino de la vida que logró, con mucha paciencia, que su entrañable amigo Juan Gonzalo Rose –su compañero de colegio; el poeta solitario, escéptico ateo y marginal – volviera a acercarse milagrosamente, al cristianismo.





Lima, 30 de diciembre de 2004
Diario El Peruano, Suplemento Los Número Uno