viernes, 29 de febrero de 2008

Fiesta Latina




La palabra América Latina viene cargada de muchos y diversos tintes. Sin embargo, el análisis de sus problemas, diversidad y expectativas fue tratado, en nuestra capital, con gran amplitud por los más lúcidos pensadores posmodernos de la actualidad en un seminario que atrajo a más gente de lo que Cándido Mendes, secretario general de la Academia de la Latinidad, hubiera imaginado.

Roberto Ramírez

Es una fiesta obscenamente intelectual, dice Cándido Mendes, sobre el XVI Congreso de la Academia de la Latinidad que reunió por tres días a los más destacados estudiosos del mundo actual. Alain Touraine estaba en la nómina de ponentes, sin embargo, una tragedia familiar hizo imposible su presencia en Lima.

A pesar de su ausencia física, Touraine, autor de libro ¿Podremos vivir juntos?: iguales y diferentes, fue citado y nombrado en reiteradas ocasiones por los demás expositores de este congreso internacional. Es decir, de alguna u otra forma, el sociólogo francés estuvo presente en el abarrotado auditorio del Centro Cultural Ccori Wasi de la Universidad Ricardo Palma.

La cola para entrar a dicho recinto, como si de concierto de Los Caribeños de Guadalupe (*) se tratara, puso en evidencia el interés de muchos peruanos sobre la discusión de los problemas de nuestra región.

La Academia de la latinidad -cuenta Mendes- fue creada en 1999, luego de una “provocación” del presidente Mohammed Khatami de Irán, que les preguntó si Occidente se atrevería a ir hasta dicha zona e iniciar un diálogo con el mundo islámico –eso sí- previo desarme de pre conceptos sobre el conflicto de las civilizaciones.

Lo que empezó con una serie de reflexiones y trabajos desarrollados tanto en Francia, como en Italia y Brasil, y cuyo objetivo inicial sólo era el intercambio abierto y relajado de reflexiones alrededor de la idea de la latinidad, terminó convirtiéndose en un documento de trabajo sugerido por Cándido Mendes (Latinidad & Prospectiva – hacia una Academia de la latinidad) que dio pie a la redacción de los estatutos de la Academia.

El emblema de la Academia aparece en un vistoso afiche y a algunos concurrentes se les abre el apetito. Se trata de una deliciosa fruta arbustiva, de la familia de las Punicáceas, conocida comúnmente por todos nosotros como la granada. Para el escritor Maurice Druon, “un bello símbolo, con mil granos al interior”.

Mendes refiere que la misión de la Academia de la Latinidad es la de constituir una autoridad moral independiente, reforzando la solidaridad de los países y de los pueblos de cultura latina, a fin de asegurar la justa presencia de los aportes pasados, presentes y futuros de la latinidad en todos los campos de la civilización.

“La gestión de los diálogos de las culturas implica la discusión a fondo de lo que es realmente América Latina, sus tensiones y sus problemas”, agrega.

Es en este contexto que Mendes insiste en la necesidad de comprender la lucha por los derechos humanos, el pluralismo, la subjetividad cultural e ineludiblemente la protección de las minorías.

“Democracia profunda: Reinvenciones nacionales y subjetividades emergentes” es el título de este congreso que reunió a una impresionante lista de invitados entre los que se encontraban Torcuato Di Tella, François L’Yvonnet, Bernard Bosredon, Enrique Rodríguez Larreta, Gianni Vattimo, Daniel Innerarity, Jean-Michel Blanquer, Sergio Pablo Rouanet, Nelson Vallejo-Gómez, Walter Mignolo, Xavier Albó, Susan Back-Morss, Javier Sanjinés, Carlos Forment, Helio Jaguaribe y la escritora, romancista, novelista y poetisa haitiana Evelyne Trouillot.

Los locales José Ignacio López Soria, Max Hernández, Hugo Neira y Mirko Lauer también estuvieron presentes en este auditorio ubicado en una de las últimas cuadras de la avenida Arequipa, en Miraflores.

Los temas tratados fueron planteados desde las disquisiciones de la definición de la democracia profunda, hasta discusiones de contenido, pasando por el cosmopolitismo, la globalización, la hegemonía y las discusiones de lo que representa los límites de la razón.

Los tópicos fueron tan variados como discutibles, suscitando por ello mismo las más diversas intervenciones de un público inquieto y heterogéneo que asistió sin pagar un solo céntimo, a esta grandiosa fiesta organizada con el apoyo de la Biblioteca Nacional y la Universidad Ricardo Palma.

Uno de los temas más complejos: el referido a la democracia profunda como problema epistemológico y planteado desde la concepción de aquel régimen político que a partir de la lejana Grecia hasta hoy, pasando por las revoluciones americana y francesa, aparece como el sueño de una humanidad gobernada por si misma.

El filósofo e historiador peruano José Ignacio López Soria aborda el tema de la interculturalidad y advierte durante su ponencia que sus reflexiones están en proceso y lo estarán siempre porque entiende que “la base del diálogo intercultural es precisamente el no-encerramiento en posiciones inamovibles”.

Dice que la diversidad ha logrado sobrevivir, a pesar de los esfuerzos de las culturas dominantes por construir unidades monolíticas y afirmar identidades, comportamientos, percepciones, creencias y sensibilidades uniformes.

Por eso, parafrasea el título del voluminoso y arriba mencionado libro de Touriane y se pregunta ¿podremos vivir dignamente juntos siendo diferentes?.

Lopez Soria dice que en la búsqueda de una respuesta afirmativa a dicha pregunta está la apuesta utópica de nuestro tiempo.

Cándido Mendes mira al público y cuenta que en algunas otras latitudes no hubo tanta gente como aquí en Lima. “El Perú es el ideal soviético de la audiencia académica”, sonríe.

¿Y con qué se come la democracia?, pregunta, micrófono en mano, una fogosa participante de este seminario. Si bien el problema de la democracia formal es planteado insistiendo sobre todo en los problemas de lo que es en sí misma la democracia y los modelos económicos y sociales, dicha interrogante, a esa hora de la tarde, suscita que todos los panelistas invitados uniformicen un solo pensamiento y decidan, previo receso, irse a almorzar. La cita, fue en el Haití.

Y es que la democracia no es simplemente un problema de extensión hacia arriba (democracia cosmopolita global) o hacia abajo (democracia profunda).

Rodríguez Larreta señala que la democracia es un valor más que una experiencia histórica.

Por su parte, Walter Mignolo, el “equilibrista cosmológico de la dialéctica” como cariñosamente lo llama Mendes, habla de la apropiación autoritaria de la idea de “democracia” en una ponencia titulada “hermenéutica de la democracia: el pensamiento de los límites y la diferencia colonial”.

Otro tema tratado en esta cita internacional, que contó además con el auspicio de la Embajada de Francia, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Derrama Magisterial, la Alianza Francesa, el Instituto Italiano di Cultura, el Centro Cultural de España, el Instituto Cultural Peruano Norteamericano y la Unión Latina, es el de la integración.

En ese contexto el historiador y rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, Enrique Ayala comenta que la integración debe entenderse como un objetivo de las sociedades y no solo de las autoridades políticas.

“No son meros procedimientos administrativos o acuerdos de cúpulas. Son procesos que requieren de una base social que los sustente. Y por ello la educación es un elemento clave en el camino de los pueblos a su integración duradera.”

Por otro lado, el filósofo bilbaíno Daniel Innerarity (profesor de la Universidad de Zaragoza) dijo que el gran desafío del mundo actual consiste en cómo articular la convivencia en sociedades profundamente plurales evitando a la vez el modelo comunitarista y el modelo de la privatización de las identidades.

Nelson Vallejo-Gomez, Consejero cultural adjunto de la embajada de Francia en el Perú, y responsable intelectual de que este congreso se realizara en Lima, señala que esta fiesta no fue únicamente una reunión cerrada entre grandes pensadores en un exclusivo hotel, sino una cita de diferentes personas de diversos distritos que demostraron su legítimo interés en todos estos temas.

“Y seguimos con la sala llena”, grita emocionado Cándido Mendes el último día de disertaciones. El brasileño anuncia además que el libro Hacia la tercera mitad. Perú XVI-XX (Ensayos de relectura herética, de Hugo Neira será traducido al portugués por ser considerado uno de los veinte libros seminales y más importantes de la latinidad.

“(traducido) Al portugués este libro tiene el canibalismo vocálico necesario para ser devorado en la importancia y en la necesidad”, dice Mendes quien además anuncia que en Río de Janeiro se acaba de abrir una cátedra de estudios peruanos y que aquí, la Universidad Ricardo Palma hará lo mismo a fin de adentrarnos a la cultura brasileña.

La fiesta acaba. Walter Mignolo, crítico literario argentino y profesor de Literatura en Duke University, Estados Unidos, se va hasta la avenida Abancay a comprar libros. Los asistentes aplauden y a pesar de ser clausurado este congreso el público aún no se quiere ir. Cándido Mendes se confunde entre la gente. Se toma fotos y firma autógrafos como si fuera Ronaldinho o Chayanne. Sonríe con todo este público que entiende que todo lo que ha oído en tres días no ha sido más que una invitación a leer a diferentes autores y a preocuparse un poco más sobre estos apasionantes temas.

Como decía López Soria cuando hablaba de interculturalidad, “toda teoría está trascendida de historicidad, es sólo interpretación y, por tanto, no se enuncia como verdad consumada, sino como apertura de diálogo”.

Lentamente el público asistente avanza por la avenida Arequipa, unos, hacia una cálida y acogedora playa de estacionamiento y otros hacia sus respectivos paraderos en la fría acera.

Los participantes se alejan del Ccori wasi –trastocando la frase de Borges- más orgullosos de las ponencias que escucharon que de las que alguna vez pronunciaron. O como Camus pensando que sólo podrían fundar el partido de los que no están realmente seguros de tener la razón.









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(1) Orquesta de cumbia originaria de un pueblo de la costa norte del Perú denominado Guadalupe. Muy popular a decir de la prensa que señala que dicho grupo congrega a multitudes en cada una de sus presentaciones.

lunes, 25 de febrero de 2008

La sazón de la novia




Un viaje literalmente relámpago a la Ciudad Blanca se convierte en un inesperado tour gastronómico donde el cronista comprueba, con gusto, que la tradición culinaria de Arequipa hace que sus habitantes tengan contento el corazón.

Por Roberto Ramírez A. (*)

La mayoría se va a la playa. Sin embargo, aún hay gente que huye del incandescente verano limeño y se refugia bajo un aguacero como el que hace poco empapó la cuna de Mariano Melgar. Hay quien evade el sol, la arena, las disimuladas incontinencias diuréticas dentro del mar y prefiere la precipitación y el frío. Hay de todo en esta viña del Señor, por eso, expresando un legítimo odio al sudor y reivindicando el derecho de las minorías, decidimos disfrutar de la lluvia, que, democrática, cae para todos.
Llegar a Arequipa en ómnibus puede resultar una experiencia casi religiosa. Los inacabables kilómetros de un serpentín suelen devolver la fe al más agnóstico de los viajeros.
“Virgencita de Chapi, guíame”, se lee en la delantera de un camión de carga pesada que atraviesa nuestros mismos caminos. En la parte posterior se observa la desafiante frase: “Alcánzame si puedes”.
Tras quince horas de recorrido y con las porciones pulposas que yacen sobre el asiento, casi insensibilizadas; la novia adorada, sobrenombre con el que se le conoce también a la Ciudad Blanca (White City for tourists), nos recibe con una apacible tarde gris.
Al pisar suelo arequipeño recordamos un dicho popular: A donde fueres haz lo que vieres. Así que, una vez instalados en la ciudad, lo primero que hicimos, fue comer.
Entre relámpagos, truenos y el aguacero aquel cayendo al compás de un yaraví, probamos la sazón de la novia. Visitamos las picanterías más tradicionales además de otros lugares donde también se rinde verdadero culto a la comida y constatamos, en estos templos del sabor, por qué Arequipa es considerada, la capital gastronómica del Perú.

Nos sacan la Chochoca

Llegamos un miércoles a Arequipa. Los miércoles tradicionalmente se come Chochoca, un plato sabroso a base de carne de res. Ese mismo día fuimos a Tasahuayo a escuchar historias extraordinarias sobre la Arequipa mística, como la del duende de la Plaza de Armas. Luego recorrimos el sendero que conduce a Sachaca, un pueblo situado al noroeste de la ciudad. A lo largo de esta vía encontramos diversas picanterías populares como La Cecilia y La Lucila (pronto se inaugurará La Bibi). Entramos a la Quequita un restaurante en donde un plato de rocoto relleno con pastel de papa puede producir un efecto casi celestial, solamente comparado al que produce el costillar frito con papas doradas.
Las hermanas Margarita y Lupe Aguilar, ex integrantes del club deportivo Sparta, institución pionera del baloncesto en Arequipa, explican que los jueves se come el chupe de chuño. Al día siguiente, el chupe de viernes y los sábados la Timpusca, un plato a base de carne de res, peras, choclos, lengua de cordero, apio, poro, nabo y sal al gusto.
Si el frío se combate de golpe con una copita de Anís Muñoz Nájar, la sed se alivia con una Kola Escocesa, bebida que se encuentra sólo en Arequipa. Es de color tinto, tiene un sabor exquisito y se bebe lentamente, gota a gota.


Dulce compañía

Cerca del mercado de San Camilo, entre las calles Jerusalén y San José, en una esquina, hay un inmueble color cacao. Es la fábrica de chocolates La Ibérica, una de las empresas más prósperas de nuestra industria.
La Ibérica lleva 99 años ofreciendo chocolates, toffees, bombones y mazapanes de gran sabor. Se dice que las atentas dependientes de la tienda son chicas realmente dulces.
Pero si de dulces hablamos, tenemos que nombrar también el famosísimo queso helado, un incomparable postre arequipeño cuyo ingrediente indispensable, como la confianza en el amor, es la buena leche (fresca, evaporada y condensada).
A la mañana siguiente nos dirigimos a la Plaza Mayta Cápac en el distrito de Miraflores. Allí los niños son coros y los bebes, guaguas. En los alrededores se pueden apreciar casas familiares que los domingos se transforman en inusitados restaurantes donde se puede conseguir un buen adobo a cinco soles. Es un exquisito plato tradicional que se acompaña del "pan tres cachetes" y se disfruta sobre todo después de una chispeante noche sabatina. Entre sus principales ingredientes están: la carne de cerdo, el ají panca, la chicha y la cebolla. Es recomendable no llorar por la cebolla, porque ésta, no tiene entrañas. Sólo capas que entre lágrimas, se parten en pedazos. Laura Esquivel dice que lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar, sino que a veces uno empieza, como quien dice se pica, y ya no puede parar. Luego de 24 horas de maceración las palabras están demás. Pero si se nos pasa la mano con el adobo, siempre podremos recurrir al té piteado.

Al pie del volcán

Arequipa es hermosa como Dalila y el Misti imponente como Sansón: Tiene coraje, orgullo y hasta un par de gónadas bien puestas. No por algo posee un plato hecho con los testículos del toro, conocido como zarza de criadillas, que se come para tener la fuerza (sólo la fuerza) de este animal de puntiaguda cornamenta. (El Misti es el gran Señor de la ciudad, aunque tenga falda).
Mientras Los Dávalos le cantan a Arequipa, la lluvia empieza a cesar. Entonces uno se da cuenta que es hora de retornar. La zarza ya se ha digerido y la maleta insólitamente se hace más ligera. Dicen que el Chaque y la suculenta sopa de Chairo, por tradición, se comen los lunes y martes, respectivamente. Son dos platos que también han sabido mantener a sus habitantes, a pesar de cualquier adversidad, con la barriga llena y el corazón contento.
Esa misma sensación experimentamos al despedirnos, con tristeza, de esta bellísima ciudad que nos mira con la dulzura de un mazapán. De retorno a la incandescencia de Lima, lejos ya del rumor del río Chili, la nostalgia aparece. Un líquido salado e incoloro, recorre nuestra mejilla y cae irremediablemente al piso. Es sudor.


Lima, 25 de febrero de 2008
Suplemento Variedades, Diario el Peruano

lunes, 18 de febrero de 2008

Motivo de festejo




Es un hecho de gran repercusión. La Cajita Rítmica Afroperuana, ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación. Este importante acontecimiento, sin duda, justifica el festejo.

Por Roberto Ramírez A. (*)

Un golpe le sigue a otro. Se repite incontables veces logrando diferentes sonidos que armonizados, te llevan instintivamente a mover los pies. Sigue la cabeza, que empiezas a menearla como haciendo un persistente gesto de afirmación. Luego aparece un cosquilleo cadencioso. Los latidos de tu corazón se aceleran al compás de la percusión. El torrente sanguíneo se alborota. El palo continúa golpeando la caja y el mundo entero empieza a vibrar.
Cualquiera no puede tocar la Cajita Rítmica Afroperuana. Hay que tener madera para ello. Hay que tener muñeca. Hay que tener swing en las venas, destreza en las manos. Hay que tener un ritmo de negros, un ritmo sabroso, un ritmo festejo aquí.
El receptáculo, aporte de las poblaciones afrodescendientes a la música y a la cultura de nuestro país, es un pequeño instrumento paralelepípedo hecho de madera con una tapa que se abre y se cierra a voluntad del músico. Colgada al cuello, caída sobre el vientre, ésta se toca, se golpea, se percute con un palo del mismo material.
Su uso musical, tal vez involuntario como la llegada de la población de origen africano a estas tierras, se debió a la oportunidad de algún esclavo del ritmo que subyugado por el son golpeó en el momento y en el lugar preciso la puerta de la historia.
Rafael Santa Cruz, maestro del cajón, catedrático de la música, cantante y actor de cine, teatro, telenovelas y series de televisión, subraya que ya en 1780 aparecieron unos grabados del obispo Baltasar Martínez Compañón con dibujos del baile de diablicos, en donde se aprecia a uno de estos personajes llevando la cajita.
“O sea, en esa época, definitivamente ya había cajita”, refiere enfático Santa Cruz quien fue el que realizó las gestiones necesarias para que el Instituto Nacional de Cultura (INC) declarara a la Cajita Rítmica Afroperuana, como Patrimonio Cultural de la Nación
No hubo –dice- engorrosos trámites burocráticos, pero sí rigurosidad, como debe de ser, en las evaluaciones de los argumentos que llevaron a declarar como nuestro patrimonio a este tradicional instrumento.
Santa Cruz comenta con entusiasmo que se encontraba en Chile cuando sorpresivamente se enteró de la decisión del INC. La noticia llegó así, de golpe.

Caja registradora

Es paradójico que una información como ésta, no haya tenido gran repercusión mediática. Sobre todo si hablamos de un instrumento, resonante por naturaleza, que ha permitido mantener un tipo de identidad expresada en la rítmica de los afrodescendientes y que es parte de nuestro sincretismo cultural.
Los estudiosos ubican a la cajita en las celebraciones del Corpus Christi en el siglo XIX y en los carnavales, donde se une a la sonoridad del festejo y al Son de los diablos.
A diferencia del cajón, la cajita está diseñada para poder llevarla en un desfile con total facilidad mientras se tañe, mientras se percute, mientras se toca. Quizá sea ésta una razón por la que el cajón no aparece en la iconografía de procesiones de siglos pasados.
En las acuarelas de Pancho Fierro donde se ilustra la danza del Son de los diablos predominan tres instrumentos: la quijada de burro, el arpa y la cajita.
El autor del libro El cajón afroperuano dice que es muy probable que la cajita haya sido utilizada inicialmente para otros fines. Se presume que ésta servía para juntar los aportes voluntarios que solicitaban los músicos luego de ejecutar su arte por las calles de nuestra ciudad.
“Hay una teoría que señala que la cajita se usaba al principio sólo para recolectar monedas, pero los solicitantes no eran ni muertos de hambre, ni dependían de ello para vivir, sino que todo esto tenía una connotación de retribución”.
Al parecer un buen día, el encargado de llevar la cajita, contagiado por la comparsa musical, o disgustado, imagina el cronista, por la recaudación, empezó a golpearla, una y otra vez, por fuera y por dentro, cerrada y luego abierta; bajando con fuerza su tapa, logrando, sin querer, golpes rítmicos, secos, ordenados, que al ser combinados, generaban un éxtasis sonoro.
Se presume que habría cogido el palo con el que se toca la quijada de burro y que con él pudo alcanzar una sincronización estupenda.
“Alguien encontró la riqueza musical en esta caja. Es pues, el ingenio del ser humano que necesita la percusión para jugar con una serie de combinaciones rítmicas”.
El nieto de don Nicomedes Santa Cruz manifiesta además que por la cadencia es fácil deducir que el ejecutante de la cajita haya sido un africano o un descendiente de africano, que tenía más propensión a coincidir con la combinación de estos ritmos que, más allá de algunos silencios, han repercutido en el tiempo.

Colorido festejo

La ausencia del color. Así define el diccionario la palabra negro. José Antonio del Busto señala que las cajetas o cajitas sonoras tenían color. Dice que estaban pintadas (John Dalton no lo habría podido distinguir) de rojo, verde o azul.
Santa Cruz, el primer actor negro que en una telenovela nacional dio vida a un personaje que nada tenía que ver con los arrebatos de carteras o la discriminación por determinada coloración y que por el contrario interpretaba a un médico exitoso; destaca los trabajos que hicieron también Abelardo Vásquez y Nicomedes y Victoria Santa Cruz para la preservación de la cajita. “El siguiente paso es que sea reconocida por el mundo”, dice.
Este instrumento –añade el brillante músico- se puede apreciar mejor en el Son de los diablos y en las canciones en ritmo de festejo.
Se sabe que en el festejo las mujeres danzan sin zapatos, en muchos casos con una pañoleta amarrada a la cabeza, con faldas de colores y fustanes largos de color blanco que, según algunos, tampoco es un color, sino la suma de todos los colores. En realidad, los colores solo existen en la mente.



Lima, 18 de febrero de 2008
Diario El Peruano – Revista Variedades
(*) rramírez.roberto@gmail.com

jueves, 14 de febrero de 2008

La firma de Pizarro




El Acta de Fundación de Lima, se encuentra celosamente resguardada en el Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima. Este documento representa una verdadera joya para la historiografía de Lima. Para hallarlo era necesario sumergirnos en el sótano de nuestro pasado.

Por Roberto Ramírez A. (*)

La rúbrica de Francisco Pizarro es un par de trazos ondulantes, verticales e históricos. Son como sinuosos garabatos que llevan en medio el nombre del conquistador.

Su autógrafa de puño y letra, estampada en el Acta de Fundación de Lima, fechada el lunes xviij del mes de henero de el dicho año (1535), se puede apreciar a pesar de sus cuatrocientos setenta y tres años de antigüedad.

Es en el sótano de la Municipalidad de Lima donde están guardados estos valiosos documentos. Hay una inmensa puerta de acero, parecida a las que resguardan las bóvedas de los bancos, que nos separa de la historia.

Se abre lentamente, nos quedamos fuera unos instantes, porque el fuerte olor del papel guardado por siglos, puede causarnos, dicen, el mismo efecto que varias copas de Pisco Sour.

“Es recomendable entrar con mascarillas”, nos comenta un amable y atento trabajador de la municipalidad.

La preservación de estos originales es asombrosa, verlos nos remonta por un segundo a aquella época en que Lima, era un valle, un huerto florido, un frondoso bosque de árboles ornamentales y frutales. Un vergel del siglo XVI.

Además de la firma del conquistador están las rúbricas de Alonso Riquelme, García de Salcedo y Rodrigo de Mazuelas.

El acta de fundación está incólume en el folio 23 de este Primer Tomo de los Libros de los Cabildos. El vergel y el inmenso valle perduran en las nostálgicas crónicas de antaño.

¿SABÍA O NO FIRMAR?

Al observar la autógrafa de Pizarro es imposible no recordar las contradictorias opiniones que existen sobre si el español supo o no escribir.

Hay cronistas que dicen que Pizarro sólo sabía hacer las dos rúbricas, y que en medio de ellas, su secretario era el que ponía estas palabras: El marqués Francisco Pizarro o Francisco Pizarro, o a veces solo Fran Pizarro.

“Los documentos que de Pizarro he visto en la biblioteca de Lima, sección de manuscritos, tienen todos, las dos rúbricas. En unos se lee Franx.º Piçarro, y en muy pocos El marqués. En el Archivo Nacional y en el del Cabildo existen también varios de estos autógrafos”, relata don Ricardo Palma.

Palma agrega que “en el Archivo general de Indias, hay varias cartas en las que, como en otros documentos, se reconoce, hasta por el menos entendido en paleografía; que la letra de la firma es, a veces, de la misma mano del pendolista o amanuense que escribió el cuerpo del documento”.

En el sótano, aparte de la sensación de inmersión, hay mucha más documentación archivada en 49 volúmenes de Libros de Cabildos y Libros de Cédulas y Provisiones (31 Libros en 34 volúmenes).

¿Qué pasaría si todo esto se llegara a perder?, me pregunto mentalmente mientras reviso el archivo. Son siglos de la más sabrosa y detallada información sobre nuestra ciudad, sobre el Perú y sobre América desde la llegada de los españoles hasta la Independencia.

El Libro I contiene actas de cabildos realizados desde 1534 hasta 1539. Luego hay otro libro con actas fechadas entre 1544 y 1546.

¿Qué pasó con las actas de 1540 hasta 1543?. Desaparecieron envueltas en un halo de misterio. Se dice, no sin cierta truculencia, que corresponde al momento en que Pizarro fue asesinado y que probablemente por cuestiones políticas los partidarios de Almagro el Mozo, habrían optado por desaparecerlas.

Seguimos revisando este Primer Tomo y también vemos el documento del Cabildo celebrado en Jauja el 29 de noviembre de 1534, que antecedente de la fundación de Lima.

Como se sabe, la ciudad de Jauja, ubicada en la serranía, fue hasta octubre de 1533 la sede oficial de gobierno. (Sangallán, pueblo cercano a Pisco, también fue considerado candidato a capital)

Pero, Xauxa, en medio de las quebradas de la Cordillera de los Andes, era considerada una desventaja estratégica para enfrentar a los indígenas o para rechazar un sorpresivo desembarco “invasor” en la lejana costa.

Pizarro optó entonces por trasladar la capital a un lugar más asequible y próximo al mar.

Dicen los cronistas que Pizarro vio en el valle del Rímac, un enorme huerto florido, un frondoso bosque que parecía un vergel hecho ciudad.

DOCUMENTO PERDIDO

Revisando algunos textos de la etapa de la República, nos enteramos que tras el derrocamiento del general Manuel Ignacio de Vivanco, se produjo la misteriosa desaparición del Libro Primero que se encontraba en palacio de Gobierno.

Años después al notarse su desaparición corrió el chisme de que el general lo había obsequiado al Museo Británico.

Pero el historiador Enrique Torres Saldamando, informó luego, que Vivanco había guardado el libro para evitar que se pierda en medio de la crisis que se vivía, pensando en entregarlo después a la Municipalidad. Sin embargo, la muerte, sorpresiva a veces, inesperada siempre, no lo permitió.

Los bienes del general pasaron a poder de su hijo Reinaldo de Vivanco que murió defendiendo Lima de la invasión chilena en 1881, sin saber que poseía esta invalorable joya. Su viuda Doña Domitila de Olavegoya, adolorida por la pérdida de su esposo, decide recluirse en un convento.

En ese momento, al poner sus bienes en orden, descubre entre los papeles del difunto, nada menos que el mencionado Libro Primero de Cabildos de Lima y sin demora lo entrega al alcalde, Luis Roca y Boloña.

Así volvió a su sitio el más importante documento de la historia de Lima, que continúa abierto ante nuestros ojos y en el que se halla la rúbrica de Pizarro, sinuosa, serpenteante y enmarañada como muchas partes de nuestra historia, y que nos traslada en un rapto alucinado a aquella época.

Lima es entonces un hermoso valle, una imagen idílica, como un retrato en sepia, que retrocede vertiginosamente, incluso hasta antes de que fuera la ciudad de los Reyes.

Es el embrujo de la historia, el poder de la mente o el olor de las actas apiladas. Pero la fugacidad se revierte, se convierte en un huerto de cemento y en un frondoso bosque de papel. El vergel desaparece. Estamos en el sótano otra vez.
Lima, 14 de enero de 2008
Suplemento Variedades, Diario El Peruano