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Pese a su insoportable lentitud, el caracol viene dando apresurados pasos en el vasto campo de la gastronomía. Connotados científicos del país analizaron su carne y concluyeron, previa degustación, que un plato de arroz con caracol es mucho más nutritivo que uno de arroz con pollo. Tiembla pío chicken.
TEXTO ROBERTO RAMÍREZ
La próxima vez que usted, voraz lector, mire con indiferencia el parsimonioso paso de un imperturbable caracol a través de su jardín, deberá recapacitar ante tan apática actitud. Piense que podría tratarse de su almuerzo. La solución a sus preocupaciones gastronómicas. Su cena trasladándose frente a sus propias narices a 0.05 kilómetros por hora.
De ello se dio cuenta Robert Palomino de la Gala, profesor principal de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), que junto a otros destacados profesionales de las escuelas de Medicina y Nutrición de esa casa de estudios, y en colaboración con la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), realizó sesudas investigaciones sobre la composición química de la carne de este pegajoso ser, que esconde, dentro de esa concha, mucha sustancia por deglutir.
Se tuvo como fin –manifiesta el catedrático– determinar el porcentaje de grasas, carbohidratos, proteínas, aminoácidos y minerales. Para esto se prepararon cinco platos con carne de caracol, con el fin de compararlos con similares potajes a base de pollo.
Se dieron a probar a niños en edad preescolar, y ellos la aceptaron en un 92.5%. Los resultados de la investigación dan cuenta, además, que esta carne tiene 0.7% de grasa, (ideal para hacer dieta) 12% de proteínas y 383 kilocalorías por cada gramo del Helix aspersa, que es el nombre científico del ovíparo animal.
Es decir, un plato de arroz con caracol resultó definitivamente más nutritivo que uno de arroz con pollo. Ello es un factor sumamente importante, sobre todo si se tiene en cuenta que la desnutrición crónica en la niñez aumenta la vulnerabilidad en la adultez de contraer males cardíacos, infartos, diabetes y posiblemente también obesidad.
A nuestros científicos les tomó no poca digestión arribar a estas conclusiones, pues en aras de la rigurosa investigación probaron todo: la carapulca, los tallarines, el seco, el arroz y el estofado que se prepararon con la resignación del inexpresivo caracol.
"Su sabor es una mezcla de carne de pollo y res, tiene un gusto especial, no es una cosa repelente, al contrario es sabrosa", dice Palomino de la Gala. Agrega que aún no han comparado el Helix aspersa con la carne de res y la de pescado; por eso, continuarán estas importantes investigaciones en una segunda etapa.
Para estas indagaciones genéticas se requiere de la disponibilidad de un buen número de especímenes babosos y arrastrados, que en el país, valgan verdades, abundan.
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COMPOSICIÓN PROTEÍNICA
¡Caracoles! La expresión de sorpresa pudo ser exclamada por alguno de los científicos al descubrir nada menos que dieciséis aminoácidos en la composición proteínica de la carne del molusco. Un aminoácido, hay que indicar, es una biomolécula orgánica (existen veinte aminoácidos distintos componiendo las proteínas).
Al confrontar la cantidad de proteínas de la carne de caracol versus la carne del ave, se dieron resultados realmente asombrosos.
Por ejemplo, en el estofado de caracol se obtuvo un cómputo aminoacídico de 71%, frente al 35% del estofado de pollo. En el arroz con caracol se encontró 77%, frente a un 34% del arroz con pollo. Esta diferencia también se nota entre el 70% del seco de caracol y el 29% de su similar de pollo; el 73% de los tallarines de caracol y el 25% de su af ín de pollo; y el 74% de la carapulca de caracol frente a un 35% de carapulca a base de esta ave de corral. Según la investigación, la carne de pollo carece de la arginina e histidina, aminoácidos importantes en el crecimiento de los niños que el caracol sí posee.
Estos estudios –hay que destacar– merecieron el segundo puesto de un concurso de trabajos de investigación realizado entre todas las facultades de la Decana de América.
Se sabe que los investigadores prevén analizar otros platos, como la sopa de caracol que, consumida en Honduras, inclusive inspiró en 1991 la producción de un viscoso tema musical, mezcla de merengue y calipso ("Watanegui consup, Iupipati Iupipati"), propulsor del ritmo punta.
Con el financiamiento de la fundación Kellogs, la Universidad Agraria auspició también un programa de capacitación a criadores de caracol en la zona de Quebrada Verde (Lima-Perú), que tuvo como fin, elevar el nivel socioeconómico de la población, dándole un valor agregado a la carne de caracol, por medio de la elaboración de diferentes productos cárnicos, tales como: salchicha huachana, hot dog, paté, pastel de caracol, chorizo y nuggets.
Pero hay gente que, pese a no haber probado, hace gestos tipo postsucción de limón, cuando oye hablar de introducir el caracol en la olla.
Ignoran que estos animalitos de 25 miligramos de peso, de hábitos crepusculares, hermafroditas y de hasta 8 centímetros de largo pueden proporcionarnos, con solo cien gramos de su carne (por plato), toda una delicia culinaria.
No hay duda, donde los quisquillosos ven babosadas, los investigadores ven ciencia. El cronista, su menú.
"ARRASTRE" POPULAR
Algún día no tan lejano, en algún poblado barrio de nuestra cosmopolita ciudad, se realizará una gran caracolada bailable, amenizada por un potente equipo estereofónico.
Palomino de la Gala piensa que es posible la popularización del caracol y añade que es cuestión de un cambio en la cultura de nuestra gente, instruida y acostumbrada a engullir bípedos, con papas y ensaladas, en todas sus variantes. "En otras culturas comen hígado de perro, gusanos, lombrices, víboras, alacranes.
En nuestro caso, si se supiera que el consumo de esta carne eleva el nivel de nutrición de los niños, el panorama cambiaría".
Por eso, indica, es menester difundir las bondades de estos invertebrados que poseen no solo proteínas, sino también minerales, carbohidratos y vitaminas.
Además, es un producto gastronómico conocido en Europa, siendo Francia –con sus escargots– su principal consumidor.
Por ello se señala, desde la Universidad Agraria, que en nuestro medio se empiezan a abrir los espacios de oportunidad, ya que la producción actual de estos moluscos aún es insuficiente para atender la demanda de los mercados extranjeros como Estados Unidos, Europa y Asia (la helicicultura o cría de caracoles ofrece importantes posibilidades para la comercialización de esta carne).
Además de eso, resulta una opción muy importante aprender a aprovechar las características nutritivas que este molusco nos presenta, mediante la elaboración de una infinidad de productos.
Palomino de la Gala manifiesta que la importancia de estos quehaceres científicos redunda también en el aspecto económico, sobre todo en el sustancioso ahorro que se generaría en el bolsillo de la población. Hay que tener en cuenta que estos moluscos son frugales en su alimentación.
Solo basta mirar los daños causados por ellos en jardines y huertos para deducir qué alimentos son los que más le gustan, (vegetales frescos, frutas y mucho pasto).
Los pollos, en cambio, tienen una alimentación más balanceada y por ende, más costosa. Palomino de la Gala, cuyo trabajo amerita mayor reconocimiento, concuerda en que estamos ad portas de una revolución en nuestra variada gastronomía.
"Es una propuesta para nuevas pautas de alimentación para el siglo XXI. Hay un buen consumo a nivel internacional, y esta tendencia, en algún momento llegará aquí", indica.
En el Perú, el caracol de tierra es más conocido por los beneficios cosméticos de su baba que por algún antojo que éste produzca a la hora del almuerzo.
Sin embargo, se espera que la difusión mediática pueda permitir que algún día podamos asistir a una actividad socioeconómica bailable en donde, aparte de un surtido bar, encontremos al molusco bien aderezado en un plato extendido. Eso sí, tarjeta aceptada, tarjeta pagada.
Lima 07 de abril de 2008
Suplemento Variedades, Diario El Peruano