viernes, 9 de mayo de 2008

México al desnudo




Me acaba de llegar un mail de un amigo mexicano que enojadísimo me cuenta que su novia posó hace algunas semanas para el lente del neoyorkino Spencer Tunick, totalmente encuerada. Pinche gringo voyerista. Obviamente este buey no me envía fotos, pero indica que ha sido el récord mundial de encuerados en el Zócalo del DF. (Ni López Obrador). ¿Qué diría Zapata de todo esto?. Un extranjero mangoneando a 18 mil mexicanos calatitos en fila india. Antecedentes hay. Hace mucho tiempo un tal Hernán Cortés (Español) manipuló a muchos mexicanos y los hizo pelear contra otros mexicanos para robarse la riqueza del pueblo azteca. Ay jijo. Pero lo que se vio ese primer domingo de mayo fue a una gran masa de carne, un gigante mofletudo, tolerante, diverso, contestatario a su modo y muy alocado. Todo en nombre del arte. “Instalación”, la llama Tunick.
Mi cuate mexicano señala que “posar para Tunick es asumir la era Wal-Mart, convertirse a la religión del (mal) café de Starbucks, hacer de las partes nobles unas partes nacas. En fin: identificarse con un pollo de Bachoco”.
Añade que “a los chilangos les importa un bledo que 18 mil gordos hagan de su culo un asterisco cuando un fotógrafo les pide que se hagan bolita”.
¿Qué dice tu novia?, le pregunté luego en el msm. Dice que le vale madre si el fotógrafo es norteamericano, francés o chino. Esta morrita dice que las ideas no tienen raza y que tuvo la oportunidad de demostrar un acto de madurez social. “¿O es que acaso crees que uno se desnuda en público ante una cámara así de fácil y sin pensarlo -porque los pollos no piensan, eh-?”. Que estéticamente, tal vez las fotografías no tengan un verdadero valor estético de forma. Pero sí de contenido. Y que fue un acto de comunión, la capacidad de miles de personas para organizarse brevemente en nombre del ocio y que Tunick no hizo otra cosa que capturar esa imagen, que ahora ha hecho del mundo un lugar más interesante. No maches cabrón. ¿Y qué le respondiste?
Que no vuelvo a reírme de la manteca nacional, ni de aquellos modelos de dieta desbalanceada, ni de la gente fitnes. Que celebro –al igual que Julieta Venegas- los derechos recién adquiridos por los chilangos (aborto, desvestirse en vía pública en nombre del arte, que es diferente a helarte porque eso ya es cagarse de frío). Pero que también tengo todo el derecho de pensar que es inconsistente el trabajo de Tunick porque anula –como los programas de consumo de las grandes corporaciones- las identidades privadas. Y por último, eres mi novia y te prohíbo que vuelvas a encuerarte en plena vía pública. Así se hace, le dije desde el fondo de mi machismo. ¿Sabes lo que me respondió la muy canija?. ¿Qué te dijo?. Me mandó por un tubo ¿puedes creer? y encima me dijo que ese día 6 de mayo en el zócalo, mientras se colocaba en posición fetal y Tunick con sus escaleras, ayudantes, travellings, focos y altavoces, empezaba la sesión; conoció a otro tipo. Puta qué descaro!. Un tipo que la encandiló –dice- que se mostró tal cual, sin hipocresías, que desnudó su alma. ¿Su alma?, mis huevos!!. Y ahora me cambia por este cabrón exhibicionista. ¿Qué opinas?, me preguntó. Le dije que no creía en esa onda de la comunión entre 18 mil almas y la experiencia que, muchos dicen, cambió sus vidas. Que tampoco creo que los mexicanos se vayan a liberar de sus prejuicios sociales, ni que el D.F. vaya a cambiar porque un día la gente decidió calatearse. No pendejo, te pregunto que qué opinas de lo que me hizo mi novia. ¿Crees que debo olvidarla?. La neta, sí, le respondí. Me cái que sí. Y me despedí. Ahora le estoy escribiendo un mail a ese huevón del Tunick advirtiéndole que ni se atreva, ni se le ocurra venir al Perú.




Lima, miércoles 23 de mayo de 2007
Blog: El show de la barra
Publicado por el showman en 11:03

sábado, 3 de mayo de 2008

Jóvenes plumas




Dos promesas de las letras, convocadas por la Sub Gerencia de Educación y Cultura de la Municipalidad de Lima, para participar en el I Encuentro de Literatura Joven, nos acercan al mundo de aquellos que persiguen la palabra precisa.

Por Roberto Ramírez (*)

Ya estaba ubicado, puntual, en una de las primeras mesas del Queirolo. Mientras los demás parroquianos buscaban en algún lúpulo aplacar el incendio inextinguible de sus gargantas, él pedía un café.

Arturo Valverde publicó a los 19 años “Haciendo cuentos”, libro prologado por el autor de “La revolución constructiva del aprismo. Teoría y práctica de la modernidad” (2008); es decir, por el actual presidente de la República.

De niño se involucró con la música clásica y siempre estuvo sentado en primera fila, en cuanto curso sus padres lo inscribieron. “Desde chiquito me inculcaron el arte y la lectura”, indica mientras el mozo se acerca con la taza humeante.

Fue arquero suplente del Alianza Lima y compañero de Jefferson “la foquita” Farfán. De no ser por la literatura hoy, a sus 23 años, sería el guardameta blanquiazul. Esa experiencia, dice, le permitió analizar en la praxis, los movimientos aerodinámicos de esos seres que se impulsan midiendo el espacio, la fuerza y la velocidad, para impedir que la pelota entre al arco.

De no ser por la literatura, imagino, pudo haber sido un gran tenor y casarse en la parroquia de su barrio. Tres de azúcar. De no ser por la literatura hoy no estaría en busca de la palabra precisa.

Milagros Martínez, joven poetisa de 26 años, no pudo venir al Queirolo. Ella ganó los juegos florales de la universidad Ricardo Palma cuando tenía 22 años. Le dieron 1,500 soles. “La sensación de ganar dinero escribiendo poesía, fue extraña”, dijo en otro momento.

También se le otorgó el primer puesto en un certamen que organizó la Norbert Wienner. Cuando obtuvo el tercer lugar en los juegos florales de la San Martín de Porres, Milagros decidió que no se presentaría nunca más a otro concurso.

Arturo participó en varios concursos literarios y según manifiesta, siempre estuvo entre los finalistas. Es diligente y empeñoso. Adelantado. A los once años, cuando los demás púberes suelen volar cometa, él comenta que leía a Manuel González Prada.

“Yo jugaba a los ocho años con gente de veinte años. Yo conversaba a los ocho con hombres de cincuenta años”. (…) Yo a veces sueño que estoy conversando con Balzac o con González Prada, yo no sueño que le pido el teléfono a una chica”.

Comenta que en el trayecto de la custer que lo lleva de su centro de estudios a su casa aprovecha para leer. Así el carro vaya repleto y él vaya parado. Libro y boleto en mano. No importa. Al fondo hay sitio. “Se dice que con la modernidad la gente vive más apurada, entonces cada minuto que pasa, tú tienes que aprovechar el tiempo”, recomienda Arturo.

“No hay tiempo – dice Milagros- para hacer todo lo que quisiéramos o bebiéramos hacer”. Está a punto de publicar “Síndrome de Estocolmo”, libro que le tomó casi ocho años terminarlo. “Tenía dos alternativas, escribirlo o volverme loca”.

Ella tenía miedo de la noche/ por eso raspaba la pared/ por eso le mentía al tiempo/ por eso cada noche atrasaba los relojes/ y esperaba…/ llorándole a la sombra de un poema/ que la eternidad no llegue.

Tenía miedo es el nombre de este poema que Milagros escribió luego de participar en el taller de poesía de San Marcos. Allí, recuerda, se hizo una antología llamada “La movida del 2000”, pero a ella nunca le gustó ese nombre.

“No me gusta que clasifiquen a los poetas. Poetas sociales, poetas puros, eso, desde mi punto de vista, es absurdo. Un poeta puede escribir un poema en que refleje su posición política, a la noche siguiente sobre el objeto de su amor, y horas más tarde escribir sobre la poesía misma”.

Ella dice que los medios no le dan mucha cabida a la literatura y mucho menos a la poesía. “Esto no se le hace a un poeta”, diría, etéreo, en otras circunstancias, el vate y cantante, Hernán Condori (1)

Los problemas de difusión los conoce también Arturo, pues luego de publicar su libro, financiado con el esfuerzo de su padre, tuvo que buscar él mismo que los medios reseñaran su obra.

“Salió una pequeña entrevista con Iván Thays, también en CPN y en Radio María”, indica el precoz lector de González Prada, dándole otro sorbo a su café.

Él no usa computadora, porque no siente que está escribiendo cuando no tiene lápiz y papel. Ella tampoco escribe poesía en la PC. Él lee a los clásicos; la adolescencia de ella fue marcada por los malditos. Él se nutre de Fran Zappa y del jazz para darle musicalidad a sus cuentos. Ella escucha a Sabina, Serrat y Milanés. Él aprecia la ópera. A ella le fascina Javiera y los imposibles.

Él y ella –ambos jóvenes talentosos- participarán en el I Encuentro de Literatura organizado por la comuna limeña. Allí, podrán pedir la liberación de las palabras y exigir una mayor difusión de la obra de los que usan el lenguaje con una significación mágica.
Allí, es probable, alguien querrá gritar, efusivo, aquella frase implacable y suspicazmente recordada por la funeraria Merino: "¡Los viejos a la tumba; los jóvenes a la obra!, de Manuel González Prada. Viene el mozo, entrega la cuenta.

(*) rramírez.roberto@gmail.com
Suplemento Variedades 21-04-08




(1) NR. Hernán Condori vocalista del fenecido grupo “Los Mojarras”, conocido también como Cachuca, protagonizó en el año 2005, un confuso incidente con una vendedora de caldo de gallina en el populoso distrito de El Agustino. Se le diagnosticó traumatismo encéfalocraneano. Aquel día Condori se proclamó ante las cámaras de televisión, como poeta. A esa misma hora en el jirón Quilca alguien declamaba Los Heraldos Negros, del inconfundible vate peruano César Vallejo.

Babosos pero sabrosos





Pese a su insoportable lentitud, el caracol viene dando apresurados pasos en el vasto campo de la gastronomía. Connotados científicos del país analizaron su carne y concluyeron, previa degustación, que un plato de arroz con caracol es mucho más nutritivo que uno de arroz con pollo. Tiembla pío chicken.




TEXTO ROBERTO RAMÍREZ

La próxima vez que usted, voraz lector, mire con indiferencia el parsimonioso paso de un imperturbable caracol a través de su jardín, deberá recapacitar ante tan apática actitud. Piense que podría tratarse de su almuerzo. La solución a sus preocupaciones gastronómicas. Su cena trasladándose frente a sus propias narices a 0.05 kilómetros por hora.

De ello se dio cuenta Robert Palomino de la Gala, profesor principal de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), que junto a otros destacados profesionales de las escuelas de Medicina y Nutrición de esa casa de estudios, y en colaboración con la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), realizó sesudas investigaciones sobre la composición química de la carne de este pegajoso ser, que esconde, dentro de esa concha, mucha sustancia por deglutir.

Se tuvo como fin –manifiesta el catedrático– determinar el porcentaje de grasas, carbohidratos, proteínas, aminoácidos y minerales. Para esto se prepararon cinco platos con carne de caracol, con el fin de compararlos con similares potajes a base de pollo.

Se dieron a probar a niños en edad preescolar, y ellos la aceptaron en un 92.5%. Los resultados de la investigación dan cuenta, además, que esta carne tiene 0.7% de grasa, (ideal para hacer dieta) 12% de proteínas y 383 kilocalorías por cada gramo del Helix aspersa, que es el nombre científico del ovíparo animal.

Es decir, un plato de arroz con caracol resultó definitivamente más nutritivo que uno de arroz con pollo. Ello es un factor sumamente importante, sobre todo si se tiene en cuenta que la desnutrición crónica en la niñez aumenta la vulnerabilidad en la adultez de contraer males cardíacos, infartos, diabetes y posiblemente también obesidad.

A nuestros científicos les tomó no poca digestión arribar a estas conclusiones, pues en aras de la rigurosa investigación probaron todo: la carapulca, los tallarines, el seco, el arroz y el estofado que se prepararon con la resignación del inexpresivo caracol.

"Su sabor es una mezcla de carne de pollo y res, tiene un gusto especial, no es una cosa repelente, al contrario es sabrosa", dice Palomino de la Gala. Agrega que aún no han comparado el Helix aspersa con la carne de res y la de pescado; por eso, continuarán estas importantes investigaciones en una segunda etapa.

Para estas indagaciones genéticas se requiere de la disponibilidad de un buen número de especímenes babosos y arrastrados, que en el país, valgan verdades, abundan.




COMPOSICIÓN PROTEÍNICA


¡Caracoles! La expresión de sorpresa pudo ser exclamada por alguno de los científicos al descubrir nada menos que dieciséis aminoácidos en la composición proteínica de la carne del molusco. Un aminoácido, hay que indicar, es una biomolécula orgánica (existen veinte aminoácidos distintos componiendo las proteínas).

Al confrontar la cantidad de proteínas de la carne de caracol versus la carne del ave, se dieron resultados realmente asombrosos.
Por ejemplo, en el estofado de caracol se obtuvo un cómputo aminoacídico de 71%, frente al 35% del estofado de pollo. En el arroz con caracol se encontró 77%, frente a un 34% del arroz con pollo. Esta diferencia también se nota entre el 70% del seco de caracol y el 29% de su similar de pollo; el 73% de los tallarines de caracol y el 25% de su af ín de pollo; y el 74% de la carapulca de caracol frente a un 35% de carapulca a base de esta ave de corral. Según la investigación, la carne de pollo carece de la arginina e histidina, aminoácidos importantes en el crecimiento de los niños que el caracol sí posee.

Estos estudios –hay que destacar– merecieron el segundo puesto de un concurso de trabajos de investigación realizado entre todas las facultades de la Decana de América.

Se sabe que los investigadores prevén analizar otros platos, como la sopa de caracol que, consumida en Honduras, inclusive inspiró en 1991 la producción de un viscoso tema musical, mezcla de merengue y calipso ("Watanegui consup, Iupipati Iupipati"), propulsor del ritmo punta.

Con el financiamiento de la fundación Kellogs, la Universidad Agraria auspició también un programa de capacitación a criadores de caracol en la zona de Quebrada Verde (Lima-Perú), que tuvo como fin, elevar el nivel socioeconómico de la población, dándole un valor agregado a la carne de caracol, por medio de la elaboración de diferentes productos cárnicos, tales como: salchicha huachana, hot dog, paté, pastel de caracol, chorizo y nuggets.

Pero hay gente que, pese a no haber probado, hace gestos tipo postsucción de limón, cuando oye hablar de introducir el caracol en la olla.

Ignoran que estos animalitos de 25 miligramos de peso, de hábitos crepusculares, hermafroditas y de hasta 8 centímetros de largo pueden proporcionarnos, con solo cien gramos de su carne (por plato), toda una delicia culinaria.

No hay duda, donde los quisquillosos ven babosadas, los investigadores ven ciencia. El cronista, su menú.

"ARRASTRE" POPULAR
Algún día no tan lejano, en algún poblado barrio de nuestra cosmopolita ciudad, se realizará una gran caracolada bailable, amenizada por un potente equipo estereofónico.

Palomino de la Gala piensa que es posible la popularización del caracol y añade que es cuestión de un cambio en la cultura de nuestra gente, instruida y acostumbrada a engullir bípedos, con papas y ensaladas, en todas sus variantes. "En otras culturas comen hígado de perro, gusanos, lombrices, víboras, alacranes.
En nuestro caso, si se supiera que el consumo de esta carne eleva el nivel de nutrición de los niños, el panorama cambiaría".

Por eso, indica, es menester difundir las bondades de estos invertebrados que poseen no solo proteínas, sino también minerales, carbohidratos y vitaminas.

Además, es un producto gastronómico conocido en Europa, siendo Francia –con sus escargots– su principal consumidor.

Por ello se señala, desde la Universidad Agraria, que en nuestro medio se empiezan a abrir los espacios de oportunidad, ya que la producción actual de estos moluscos aún es insuficiente para atender la demanda de los mercados extranjeros como Estados Unidos, Europa y Asia (la helicicultura o cría de caracoles ofrece importantes posibilidades para la comercialización de esta carne).

Además de eso, resulta una opción muy importante aprender a aprovechar las características nutritivas que este molusco nos presenta, mediante la elaboración de una infinidad de productos.
Palomino de la Gala manifiesta que la importancia de estos quehaceres científicos redunda también en el aspecto económico, sobre todo en el sustancioso ahorro que se generaría en el bolsillo de la población. Hay que tener en cuenta que estos moluscos son frugales en su alimentación.

Solo basta mirar los daños causados por ellos en jardines y huertos para deducir qué alimentos son los que más le gustan, (vegetales frescos, frutas y mucho pasto).

Los pollos, en cambio, tienen una alimentación más balanceada y por ende, más costosa. Palomino de la Gala, cuyo trabajo amerita mayor reconocimiento, concuerda en que estamos ad portas de una revolución en nuestra variada gastronomía.

"Es una propuesta para nuevas pautas de alimentación para el siglo XXI. Hay un buen consumo a nivel internacional, y esta tendencia, en algún momento llegará aquí", indica.

En el Perú, el caracol de tierra es más conocido por los beneficios cosméticos de su baba que por algún antojo que éste produzca a la hora del almuerzo.

Sin embargo, se espera que la difusión mediática pueda permitir que algún día podamos asistir a una actividad socioeconómica bailable en donde, aparte de un surtido bar, encontremos al molusco bien aderezado en un plato extendido. Eso sí, tarjeta aceptada, tarjeta pagada.



Lima 07 de abril de 2008
Suplemento Variedades, Diario El Peruano